Aluche es uno de esos barrios obreros de Madrid que marcan para toda la vida. Forma parte del distrito de La Latina y es uno de los más poblados de la ciudad. Fue frontera en la guerra civil española y en 1936 se produjeron combates en sus cercanías, concretamente en el actual Parque de la Cuña Verde, donde todavía se conserva un búnker de hormigón y otros restos de la contienda.

El nacimiento de Aluche está ligado a la inauguración del suburbano en 1961. Llegaba desde la Plaza de España y atravesaba el río Manzanares. Después recorría el límite de la Casa de Campo hasta llegar a Aluche. Dos tipos de habitantes poblaron el barrio de Aluche, los inmigrantes que vinieron de diferentes zonas de España, en concreto los de las regiones de Extremadura, Andalucía, Castilla y León, Castilla La Mancha, y de esta última de la provincia de Toledo, (de ahí el nombre de muchas de sus calles), y los jóvenes matrimonios procedentes de otros barrios o pueblos de Madrid con sus hijos pequeños. Esta población es la que demandaba guarderías, colegios e institutos. Pero el barrio fue fruto de la especulación, se sobrepasaron las normas urbanísticas establecidas, dándose una masificación de viviendas que carecían de los espacios para los equipamientos necesarios para atender a tanta población.

En este contexto se fundó en el año 1974 la Asociación de Vecinos de Aluche, que pretendía dar respuesta a los problemas y necesidades de falta de equipamientos y de urbanización que tenía el barrio. Después de dos años en la «ilegalidad», la asociación fue legalizada en septiembre de 1976. Desde entonces ha desarrollado una actividad descomunal en beneficio del barrio, entre ellas también en el área de la cultura. Así fue como en el año 2006 nació el certamen literario José Luis Gallego.

Este año se ha celebrado la XIV edición con la colaboración de la biblioteca Pública “Ángel González”, sede de la entrega de premios. En total se recibieron 139 relatos. Entre ellos, el jurado del concurso, formado por Rubén A. Gallego Gallego (miembro de la AVA y nieto de José Luis Gallego), Juan Ignacio Ferrándiz Avellano (escritor), Alicia Sánchez Piris, (representante de la biblioteca “Ángel González”), Alberto de Frutos Dávalos, (escritor) y Javier Burgos Tejero (miembro de la AVA) decidió otorgar, por mayoría absoluta, los siguientes premios y distinciones:

Primer Premio: “Si Mao levantara la cabeza…” de José Luis Hernández Garvi. Ganó el concurso en el 2012 y por tanto encabeza el ranking de premiados.

Segundo Premio: “Monte Paraíso” de Nuria García González.

Accésit: “Joaquín Sabina” de Víctor Manuel Pozo Medina. Premio revelación pues tiene 17 años.

Accésit: “De banderas y otras irreverencias” de Eva Lázaro Lafuente.

Accésit: “La resistencia” de Jesús Jiménez Reinaldo.

A continuación recogemos aquí el relato Joaquín Sabina, accésit y premio revelación por la juventud de su autor.

Joaquín Sabina

Acaba de finalizar el puente de marzo y la operación retorno hacia la capital ha comenzado. Un Citroën gris avanza lentamente, sumergido en uno de los inmensos atascos de la A4, con un matrimonio de cincuentones y sus mellizos adolescentes, que pasan por poco de los diecisiete. El padre va conduciendo con el codo apoyado en la ventanilla. Apenas avanzan. Van todos callados, escuchando, o haciendo que escuchan a Joaquín Sabina, cuya voz resuena en el interior del coche. Es la misma música que llevan en todos los viajes, la misma música de siempre. Las veintitrés canciones que se saben de memoria de tanto repetir el disco, grabado por el padre años atrás.

Está sonando Por el bulevar de los sueños rotos…” “Se escapó de una cárcel de amor, de un delirio de alcohol, de mil noches en vela”. El chico repite los versos para sus adentros. Tras cuatro días de desconexión toca volver a la realidad. Hacer frente a la rutina puede ser agotador. Solo las emociones dan color al gris de la monotonía. Es como si los problemas diesen vueltas de campana en su cabeza. Sigue pensando en ella, esa chica, la de siempre… la misma de siempre. Han pasado muchas cosas entre los dos y, ahora, vuelven a estar como al principio. Son muy amigos. Tanto que sorprende. Y sí, después de todo él sigue en la cárcel de amor. Sus ojeras llevan tatuado el nombre de la chica.

Pero… ¿cómo explicarlo si no lo has sentido? –piensa–. Simplemente eres feliz viéndola sonreír. Ingenuo, pero feliz. Cuando la miras te cambia la expresión. Se te dibuja en la cara esa sonrisa estúpida y se te achinan los ojos creando la perfecta estampa de un soñador. Sueñas despierto. Esperas tu momento, que tarde o temprano llegará. O no. Te agarras con esperanza a algo que puede que jamás suceda. La esperanza te motiva a no rendirte.

El chaval vive en su burbuja de amor silencioso. Todo su entorno lo ve, pero nadie dice nada. Saben que la historia se repetirá, y la realidad golpeará cruel, triste, sincera. Y entonces llegarán los lamentos. Otra vez ilusiones rotas. El corazón desollado, hecho trizas. Será el momento de vomitar las mariposas del estómago, será el momento de pasear por el bulevar de los sueños rotos.

En el interior del coche suena ahora Motivos de un sentimiento. El padre, aficionado al fútbol, no iba a dejar fuera del disco semejante joya: el himno del Atlético de Madrid, interpretado por Sabina; “Maneras de palmar, maneras de vencer, maneras de sentir, ¡qué manera de subir y bajar de las nubes! ¡Qué viva mi Atleti, de Madrid!”.

Comienza a silbar como si le fuera la vida en ello. Entre tanto silbido se le amontonan los recuerdos. Pisa suavemente el acelerador mientras suelta el embrague. Deja de silbar. Comienza a reflexionar. Frena bruscamente. Apenas han avanzado unos cientos de metros. El continuo repiqueteo de sus uñas contra el volante perturba a los demás. Hay tensión. Sabe que su mujer montará en cólera, pero tiene que contárselo. Suspira resignado. La cocina es siempre el campo de batalla, el escenario de sus broncas. Le sudan las manos en el volante. Sabe que no tiene otra opción. Mete segunda y comienza a avanzar hasta que las luces de freno del coche que va delante le avisan con brusquedad.

Recuerda cuando cogió el dinero que él y su mujer ahorraban en un bote de aceitunas para hacer el viaje de sus vidas. Tanto tiempo ahorrando, a lo tradicional, billete tras billete, para acabar en la casa de apuestas de la esquina, sí… en una miserable casa de apuestas, piensas. Al principio fueron solo unas perras, como tantas otras veces habías hecho. Fuiste perdiendo y apostaste más dinero para intentar recuperar lo anterior. La ruleta hizo el resto. El atontamiento provocado por las lucecitas, el calor de la sala y la oscuridad de la misma provocó la pérdida del control. La pelotita girando, chocando contra las paredes del artefacto, poniéndote la miel en los labios, dejándola que la huelas, hasta que cae. Ahggg… y cuando la bola cae… Cuando la bola cae, y pierdes, a ti se te cae el mundo encima.

En ese mismo instante en el que cayó la bola el hombre supo que había destrozado todos los momentos felices con los que él y su mujer habían soñado, todo el dinero reunido… La culpabilidad le acompañará mucho tiempo. En casa estallará la guerra… Qué manera de subir y bajar de las nubes. ¡Qué manera de vivir!

En el coche sigue sonando Sabina. En esta ocasión Donde habita el olvido. Según va sonando la mujer reconoce la canción: Donde habita el olvido. El olvido. ¿Acaso era esa la mejor situación para decírselo a su familia? ¿Acaso era ese el mejor momento para hacerles reflexionar sobre el olvido y la muerte? Afrontar la muerte en un sitio tan cerrado no es una buena idea, desde luego. No hay escapatoria.

La mujer lo contará cuando llegue a casa. Lo tiene decidido. Refugiarse en el hogar. No es fácil aceptar que tu padre tiene alzhéimer, y que poco a poco no se acordará ni de respirar. No es fácil aceptar que tu padre no te reconoce, a ti, que eres su hija. Que te ha visto crecer, te ha enseñado la vida y te ha inculcado unos valores. No sabrá quién eres. No se acordará de ti. La impotencia recorre tu cuerpo. Solo queda llorar. Llorar para liberarse. Tampoco es fácil para unos adolescentes aceptar que su abuelo ya no es el que era, y que esa persona jamás volverá. Que sí, que está ahí físicamente, pero poco a poco se borrará su memoria, y con ella, su esencia. En fin, dicen que solo muere quien cae en el olvido. Eso dicen.

En el coche suena ahora “Pacto entre caballeros”: “Era una noche cualquiera, puede ser que fuera trece, ¿qué más da? Pudiera ser que fuera martes. Solo sé que algunas veces el diablo va y se pone de tu parte”. Todos prestan algo de atención a la canción. Todos menos la chica. Lleva todo el viaje ausente. Aún no entiende lo que pasó. Se siente sucia. Es un alma atormentada. No entiende cómo pudo ocurrir. Su novio nunca había llegado tan lejos, pero ese día le dio igual las veces que ella le dijo que no quería hacerlo. Le dio igual hacerla sufrir. Sucedió el día antes de irse de viaje al pueblo. Volvían de una fiesta y los dos habían bebido. El novio tenía la casa libre, y ella se quedó a dormir. Se encontraba mal, mal de verdad. Sentía un mareo y un dolor de tripa horrorosos. Él comenzó a besarla. Ella lo apartó. Él volvió a la carga. Ella lo volvió a apartar y le dijo que se estuviese quieto, que no aguantaba más, que le dolía la cabeza y que solo quería dormir. Se acostaron. Él comenzó a restregarse contra ella sin reparos y todo empezó poniendo la excusa de que ella no tendría que moverse, que solo iba a ser un ratito.

La hizo sufrir. La agresividad de su cara representaba la viva imagen de un animal. Le hacía daño. La chica se limitó a aguantar lo posible, pese al dolor. Se limitó a morderse la mano, suspirando para que él acabase cuanto antes. Se le hizo eterno. Cuando él acabó, la chica se encerró en el baño a llorar. Pasado un rato salió, cogió las cosas y se marchó, sollozando sin parar. Se fue a su casa, sin importar la hora. Ella en un principio pensó que se había acabado, que no habría más dolor. Estaba muy equivocada, pues el dolor acababa de empezar. El verdadero dolor empezó después.

El verdadero dolor llega cuando piensas en todo lo que ha pasado. Recuerdas con pelos y señales la situación, cada grito, cada suspiro. Te da asco. Solo tienes ganas de llorar. Sientes que no vales nada y odias al cerdo que te ha hecho sentir como la más absoluta mierda. No puedes dejar de pensar en lo que ha pasado. Cuando estás sola todos tus pensamientos te devuelven a ese momento. La oscuridad también te devuelve a ese momento. Es angustioso. Te sientes desgarrada. La pena, la suciedad y la impotencia atormentan tu cabeza sin parar. Al cerrar los ojos le hueles, le sientes delante. Se adentra en tus sueños. Todo ha cambiado y no volverás a ser la misma.

Lleva todo el viaje ausente, aún no sabe qué hacer. Ni siquiera sabe si contarlo. No confía en nadie, no confía en sus padres, ni siquiera confía en ella misma. En estos momentos le cuesta no pensar en ello y la sequedad de su boca no le ayuda a mantener la calma. No consigue tragar saliva. La angustia se vuelve a apoderar de ella.

Pongamos que hablo de Madrid es la canción que rompe el silencio del coche: “Allá donde se cruzan los caminos, donde el mar no se puede concebir, donde regresa siempre el fugitivo, pongamos que hablo de Madrid”. Nadie habla. Solo escuchan. La chica trata de distraerse con la melodía, pero no puede más. Rompe a llorar. Es desgarrador. Sus padres, su hermano, perplejos, sin saber cómo actuar, no saben qué pasa, no saben por qué llora y escuchan el llanto de alguien que se ahoga en sus propios pensamientos.

El disco continúa sonando. Lleva sonando desde que salieron del pueblo. Lleva sonando toda la vida. Y continuará sonando. Porque la vida sigue y no espera a nadie.

 

Para descargar el relato en PDF: Joaquín Sabina. Relato.

 

 

 

 

 

 

 

 

Por PDV

8 comentarios en «XIV edición del certamen literario José Luis Gallego.»
  1. Muy bien Victor Manuel. En esta ocasión han sido las canciones de Sabina tu inspiración. Se nota que tienes madera y desparpajo para expresar las sensaciones. Seguro que no le faltarán temas donde ir adentrándote en este apasionante mundo de la escritura. Enhorabuena y no pierdas la afición.

  2. Enhorabuena al escritor, a mi también me trataron de maravilla los del certamen Jose Luis Gallego cuando me concedieron un accésit en 2013, buena gente. Los mejores deseos de futuro para el joven premiado.

  3. Oye que me ha gustado mucho esta manera de escribir y de explicar esas relaciones de ambos, es todo un escritor este Victor Manuel. ¡Bravo!

  4. ¡Felicidades por el premio! Y gracias por este post tan interesante también, que nos invita a conocer la historia de ese barrio tan presente en mi vida de alguna manera, Aluche. Que sigan las rachas de premios y albricias. ¡Un abrazo!

  5. Enhorabuena Víctor, me han encantado tus narradores, tu estilo y cómo integras las situaciones de los cuatro personajes. ¡Muy bien!

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