Por: Paco Plaza

Lo de las reuniones telemáticas empieza a formar parte de nuestras vidas como algo habitual. ¡Qué le vamos a hacer! De momento seguiremos echando de menos el vernos de cuerpo entero, tocarnos y compartir espacios y viandas. Así es que el pasado jueves volvimos a juntarnos por las ondas para disfrutar de un puñadito de buenos relatos y de los saludables debates que siempre surgen inspirados en sus contenidos. Aunque llevamos solo tres semanas Pura ya ha abierto tres propuestas de deberes entorno a las ideas: “Arreglando el mundo”, “Alter Ego” y “Horror vacui”.

Esta vez empezamos con un escrito “Grupos de whatsapp” de Manuel Pozo, no digo relato porque más bien se trata de una disertación sobre la deriva que toman los grupos de Whatsapp que terminan sirviendo para dar curso a discusiones, mayormente políticas,  que poco tienen que ver con el espíritu con el que fueron creados. Y eso da mal rollito. El intercambio de opiniones que brotó de inmediato dejó claro que las redes han frivolizado con lo que significa amistad, y que se llama amigos a verdaderos desconocidos y que no se pone filtro a la hora de difundir mensajes, bulos y acusaciones que no han sido contrastadas; y se hace porque es fácil y pensamos que lo que nos agrada a nosotros también agrada  nuestros “amigos”. Como siempre, el texto de Manuel estaba escrito con fluidez, frescura y mucho sentido del humor. Aquí dejo una muestra:

“…En el grupo de la peña de lotería uno se quejó del número que se jugaba porque le recordaba la fecha de no sé qué Guerra Civil, hasta que llegó el momento cumbre de las idioteces dichas por wasap y en el grupo de la peña atlética hubo uno que propuso acabar con la monarquía y nombrar al Cholo Simeone presidente de la República.”

El siguiente en salir al “ruedo” fue el cuento “Alter Ego Juanito” de Juan Santos. Una vez más nuestro compañero Juan nos lleva a entornos rurales, a infancias de tapia de iglesia y de era. El relato nos habla, con sencillez y gracia campesina,  de un entrañable niño que escribe las cartas que la abuela manda a los hijos emigrados a Barcelona y que por ello muchos días no puede ir jugar al balón con los amigos. En el cuento el niño se rebela y el narrador es el adulto en el que se convirtió ese niño que en la realidad nunca se sublevó. Muy buena historia. Un botón de muestra:

“Lo malo de aquello es que eran seis los hijos que se habían ido a trabajar a Barcelona y, algunas veces, el cartero le dejaba las cartas a pares. Esos días, echaba con la abuela toda la tarde. De nada servía que Juanito quisiera dejar una para mañana, había que contestar las dos y se acabó. Cuando terminaba era de noche por todo el mundo y se había pasado la hora de jugar. En estos casos, la abuela le daba dos besos grandes, pero una sola y mísera peseta.”

En tercer lugar escuchamos la primera entrega al taller de Susana de la Higuera, recién llegada al grupo. Nos cautivó con su relato “Monsieur Jean”. Una historia sencilla y bien construida en la que nos dibuja con un par de pinceladas lo que era la vida de los emigrantes españoles en la Francia de los años sesenta y setenta. Y sabe utilizar esa historia para dar cabida al Alter Ego de un viejecito cordial y humilde que hace regalos a los niños  y que resulta ser, nada más y nada menos, que el cineasta Jean Renoir, algo que se revela en la última frase; justo después de llevar al lector a pensar  en un final mucho más fatídico que el real. Enhorabuena Susana. Aquí va dos párrafos de ejemplo de la prosa de Susana:

“Laura suspiró. Su marido trabajaba de sol a sol, habían conseguido ese pequeño apartamento de chiripa, a través de un conocido que se lo había subalquilado mientras estaba fuera, pero no les sobraba el dinero. Estaban ahorrando para comprarse un televisor. Roberto siempre andaba metido en peleas en el colegio por fingir ver los mismos programas que sus compañeros de clase. Tras perderse la retransmisión de la llegada del primer hombre a la Luna, Laura y su marido comprendieron que debían hacerse con un aparato de esos, aunque fueran tan caros.

Cuando Roberto apareció con el brazo escayolado tras caerse de una tapia en el patio del colegio, monsieur Jean le regaló un cuaderno. A Roberto le gustaba mucho dibujar. Monsieur Jean le contó que su padre pintaba muy bien, incluso cuando ya de viejo se le habían encogido los dedos por la enfermedad. Hay que esforzarse siempre y no rendirse nunca, le dijo.  Aquello había entusiasmado a Roberto, que se lanzó a pintar una larga historieta de indios y vaqueros.”

Por último Pablo Frías nos asombró con su segunda entrega al taller:  “Horror Vacui”. Un increíble relato en el que no hay ni un solo punto, ni aparte ni seguido. Un único párrafo que en sí mismo nos habla de su contenido. Es como si la huevería de la esquina tuviera forma de huevo, o como si la onomatopeya de un ladrido fuera justamente “ladrido” y no “guau”. Un ejercicio difícil que está al alcance de muy pocos (se mencionó un párrafo algo mayor escrito por Faulkner, o la novela ”Cristo versus Arizona” de Cela) . A pesar de esa falta de puntos el cuento se lee y se entiende perfectamente y desgrana una historia interesante con estructura de viaje en la que la verborrea de uno de sus personajes y el desorden mental del otro no podrían haberse expresado de una forma más perfecta e inteligente. Eso sí, hay que tomar aire antes de empezar a leerlo. Yo ya lo he utilizado para quitarme el hipo leyéndolo en voz alta. Un trocito:

“…Teresa aprovecha para proponerle que la acompañe en el cumplimiento de cierta liturgia personal que se prometió hace años y que la ha llevado a subir a los edificios más altos de Nueva York, Siena, Oporto, Berlín y una cuantiosa lista de ciudades que los escolta hasta las taquillas del Alcázar donde Teresa paga las entradas obviamente, que los vicios y las manías de cada cual son eso, de cada cual y ella le explica, mientras suben fatigosamente los ciento cincuenta y dos escalones, que sufre de vértigo, un miedo al vacío que le provoca la sensación angustiosa de querer rellenarlo con su cuerpo, de precipitarse atraída por una fuerza inexplicable que, en varias ocasiones, la ha obligado a sujetarse firmemente a algo o a alguien y se alegra sobremanera de que él haya accedido a acompañarla porque así quizás venzan juntos sus respectivos miedos al vacío,…”

Y así llegamos al final. Encantados con los escritos de los nuevos miembros del taller y esperando con anhelo nuevos relatos de Susana, Pablo e Ignacio. Nos veremos el próximo jueves.

Por PDV

6 comentarios en «Vértigo, cartas y un tal ‘Jean’»
  1. Leyendo la crónica de Paco, nadie diría que la clase fue virtual. Se echa en falta el contacto personal, pero la esencia trasciende las pantallas y los resultados son igual de fructíferos. Todos estamos de acuerdo que hemos ganado con las nuevas incorporaciones.

  2. Bravo Paco , ya casi no haría falta la videoclase. También coincidimos todos en la excelencia de los fichajes de esta temporada. Gracias Paco.

  3. Condensar una clase de dos horas en una crónica de pocos párrafos y que el lector tenga la sensación de haber formado parte de ella sí que está al alcance de pocos. ¡Genial, Paco!

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