Por: Luis Marín

Podría haber evitado redactar esta crónica presentando algún cuento en el día de hoy. Pero como no quiero disturbar el calendario de Carlos que en esto es implacable, pues aquí va mi humilde aportación.

La verdad, es que ya me apetecía publicar algo en el blog relacionado con nuestras reuniones semanales.

Quiero, ante todo, dar la enhorabuena a nuestros compañeros Ernesto Ortega y Alberto Jesús Vargas que no han podido acompañarnos por encontrarse en la entrega de premios del VIII certamen de microcuentos “Vallecas calle del libro”. Es lo que tiene ser bueno. Ellos se lo pierden.

Y ¿qué se han perdido? Pues un ejemplo de cómo construir unos vasos comunicantes. Pero no los de Filón, ni los de Pascal. Hemos visto un relato con estructura literaria de vasos comunicantes, emulando a los utilizados en alguna ocasión por autores como Vargas Llosa o Gustav Flaubert. Así somos de osados.

Y qué mejor gladiador que Pablo Frías para enfrentarse a ese león hambriento con su relato ‘Llegar tarde‘. Le ha echado la red para inmovilizarlo y ha trenzado, con esa narrativa fresca a la que nos tiene acostumbrados, una historia de juventud y de madurez, separada en el tiempo, que poco a poco se ha ido aproximando para confluir en su finalización. Que si los personajes conversan como si fueran unos adolescentes cuando ya han pasado de los veinte, que si la historia se cuenta en una conversación sin respuesta y cosas así. Poner pegas, porque sabemos que Pablo es temeroso a la crítica, más por pose, aunque la acepta con la mayor deportividad. Perdió el león, como era de esperar.

Nos encogió el corazón el relato de Ludmila Ulítskaya, de una madre borracha y una hija indefensa que juega en el suelo cuando vuelve de la guardería. Un relato de soledad y vacío en apenas quinientas cincuenta palabras. Sencillo, aparentemente simple, pero que ha hecho necesario que tomáramos un descanso para recobrar la respiración.

Carlos Cerdán le ha dado una segunda oportunidad al relato bíblico de Abraham. Como siempre que presenta un episodio del antiguo testamento, lleno de imaginación y cierta irreverencia, se disparan las sugerencias que, puedo asegurar, Carlos no necesita.

Y para terminar la sesión, qué mejor que leer un cuento corto de Anton Chejov Chist. Con su maestría, muestra un personaje vanidoso, egocéntrico y déspota, que pretende ser un gran escritor pero no deja de lamentarse del trabajo que le cuesta escribir. Una parodia de escritor con más pose que arte. Puede parecer una historia anacrónica, pero, ¡ay! cuánto de eso se ve también en la actualidad.

Luis Marín

Por PDV

8 comentarios en «Vasos comunicantes»
  1. Llevarías mucho tiempo sin escribir en el blog, pero no puedes quejarte, Pablo y Carlos en plan génesis, acompañados de Chéjov y Ulítskaya, todo un lujo. Gracias por la crónica, Luis

  2. Una decisión acertadísima: si hubieras escrito un relato te habrías expuesto a las críticas de los «implacables» compañeros (¡cobró hasta Chéjov!) en vez de recibir estas merecidísimas loas a tan buena crónica. Elemental, querido Luis.

  3. De haber habido poco arte en la clase del jueves, tan solo flotaba en el personaje de Cejov, y porque así el maestro de maestros lo pretendía. Pero para conseguir tal personaje, hay que servirse de muchodñ arte. Lo clava Luis en el resumen. Las diferentes traducciones de Chéjov, dieron para recibir palos, eso sí. Los compañeros defendieron el fuerte con mucha artillería de la buena.

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