Juan Pablo Goñi Capurro fue finalista de la VI edición del certamen literario Madrid Sky en junio de 2019. En esta entrada, titulada Una herencia inmortal, nos cuenta cómo llegó a Jorge Luis Borges.

Jorge Luis Borges

Una herencia inmortal

Juan Pablo Goñi Capurro

Atravesaba la adolescencia metido en luchas que no eran mías, luchas que ni sé si estaban vigentes, luchas que no tenía forma de disputar en la ciudad adormecida en que me tocó transitar. Había comprado las divisiones tajantes establecidas en la artes: qué escuchar, qué leer. El rock nacional no permitía que uno se dejara llevar por el pop comercial u otros géneros musicales que apostaban a la frivolidad y la diversión. De la misma forma, la biblioteca debía incluir escritores comprometidos, nada tenían que hacer en nuestras lecturas los defensores de los modelos reaccionarios.

Vaya a saber de cuánto me privé por esos postulados estúpidos, propios de otras épocas y otras geografías, contraídos vaya a saber cómo —¿algunos contactos?, ¿lecturas en los viajes a la capital?, ¿el imperialismo cultural de Buenos Aires sobre el resto del país?—. Sé que no me perdí a quien se convertiría en mi máxima referencia en la escritura gracias a una persona a la que quise mucho, mi abuela Tota. Ella venció mis reparos, o, formulado de otra forma, por cariño hacia ella me introduje en los mundos imaginarios.

Como era yo el lector de la familia, en las habituales visitas a casa de mis abuelos maternos en Lomas de Zamora, la abuela solía verme con libros, casi siempre préstamos de bibliotecas, ofertas de saldos o usados. Se acercaba cuando me encontraba leyendo en la sala y me preguntaba si me gustaba Borges. Le respondía que no, yo era lector de Cortázar, no se podía ser de Boca y de River. Borges era de los otros. Los lectores de Cortázar no leían a Borges. Julio me había mostrado, allá por mis trece años, que la literatura era algo que iba más allá de los autores acartonados del colegio.

Un día, mi abuela consiguió vencer mis resistencias. ¿Lo leíste?, preguntó. No, no lo había leído y no le mentiría a mi abuela. Vino la frase lógica, ¿cómo sabes que no te gusta? Acepté entonces recibir en mis manos la antología de tapas verdes con sus obras completas hasta El oro de los tigres; la abuela me orientó hacia las milongas, a los hermanos Iberra que eran de Turdera, cerca de Lomas. No digo que me enamoró enseguida, en principio el verso no fue lo más apasionante. Fui pasando por diferentes textos, un poco al azar entre tanta oferta. Hasta que empecé a caer en El evangelio según Marcos, El sur, Funes, el memorioso, y ya no pude escapar del hombre, su precisión y sus cuestiones.

Definir por qué, si he de escoger un escritor, elijo a Jorge Luis Borges, me resulta difícil de precisar. Creo que solo tengo en común con él la consideración de la lectura como el mayor de los placeres, la inclinación hacia los policiales —aunque prefiera el género negro a las novelas de enigmas—, el gusto por el cine y alguna vida en que también debí pasar por los andurriales del sur. Sin embargo, no dejo de recaer en sus páginas, la concisa fusión  de la erudición y la simpleza, la temática que abreva del coraje y también de la filosofía, de la historia y hasta de una visión de futuro distópica escondida en un cuento que parece hablar de otra cosa, como en El inmortal —otro tanto logra en uno de sus más breves textos, Los dos laberintos.

El tiempo, la realidad y el sueño, el alma criminal, la credulidad, tantos temas son los que aborda con maestría. En El hombre de la esquina rosada anticipa a Jim Thompson, escribiendo un relato desde la voz del asesino. Juega con personajes reales como en nuestros días hace James Ellroy. Anticipa y no se queda estático en un mundo, sale a buscar otros nuevos. Y recibe el castigo de la ceguera, el demonio más temido por un lector; quizá allí también, en su vida, hay otra historia que se narra por debajo de los datos y las fechas.

Demasiadas obras maestras para consignarlas en un texto, al menos para mí. La daga del final sin trazos dubitativos es otro rasgo de estilo que admiro. Cada vez que vuelvo a la cubierta verde ya desgarrada, me sustraigo de esta realidad poco interesante y me convierto en el fan que hizo nacer mi adorada abuela, quien me legó sus páginas.

Juan Pablo Goñi Capurro nació en Lomas de Zamora (Argentina), el 11 de octubre de 1966. Criado y radicado en Olavarría. Es un hombre polifacético que estudió Derecho en la Universidad Nacional de La Plata, aunque su vida se decantó hacía las artes. Es actor y dramaturgo y colabora con los blogs Solo novela negra y Desafios literarios.

Ha publicado varios libros y ha ganado numerosos premios literarios. Entre sus libros destacamos dos libros de microrrelatos: La mano y A la vuelta del bar, publicados en 2017, y uno de cuentos: Alejandra. Autor teatral reconocido, ha llevado a escena obras como Por la patria mi general (video)Vengo por el aviso y El cañón de la colina.

En 2015 fue ganador del premio de novela corta “La verónica Cartonera” (España), con la novela Mercaderia sin devolución.

Otras publicaciones suyas son: Bollos de papel, 2016; La puerta de Sierras Bayas, 2014, Alejandra y Amores, utopías y turbulencias, 2002.

Por PDV

3 comentarios en «Una herencia inmortal. Juan Pablo Goñi Capurro»
  1. Me ha gustado mucho leer esta aportación de Juan Pablo Goñi Capurro. Son muchos los prejuicios que hay que vencer para acercarse a algunos autores. Por otro lado resulta enternecedor cómo llegamos a la literatura gracias a las personas queridas que nos rodean. Gracias, Juan Pablo.

  2. Gracias Juan Pablo por acercarnos más a los genios argentinos de las letras. Difícil elegir entre Julio y Jorge Luis. Nos quedaremos con los dos.

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