Publicamos un magnífico relato de Carmen Soteres, titulado Un vuelo corto. Este relato fue finalista en el Primer Certamen de Relato Breve Guindostán. También te ofrecemos el audio, publicado en el blog A voz en cuento.

Un vuelo corto

Carmen Soteres

Uno de agosto… Anuncian cuarenta y dos grados ¡cuarenta y dos grados! Si no trabajaras hasta media tarde, podríamos salir temprano y no consumirnos en ese delirio general,  para conseguir medio pino que dé sombra, media bañera de agua de mar con niños gritando y salpicando, una vaca a la que habrá que ordeñar y estar contento, porque es maravilloso. Aire, necesito aire de verdad, y no ese artefacto con sus aspas lentas, machaconas. Aspas como buitres sobrevolando mi cadáver. Vueltas de aire viciado, tiovivo gris sin emociones. Me ahogo… y luego será peor. Vacaciones… ¡Genial, maravilloso!… Preferiría que se hundiera la casa ahora mismo. Te oigo trajinar antes de marcharte… El borboteo de la cafetera, la tostadora saltando… Sonidos tan diligentes como odiosos. Tumbado en la cama, intento taparme la cabeza con la sábana, en un vano intento por aislarme. Ahora la ducha, mucho tiempo, demasiado tiempo; arrastrando los vestigios, el olor que yo te haya podido dejar. Estás indefensa ahí dentro, podría aplastar tu cabeza y fingir que te has escurrido. Te oigo decir adiós, más cerca que otros días, un beso al aire, de compromiso. Hoy me necesitas. Me hago el dormido… ¿o lo estoy? “Podrías levantarte pronto por una vez” –dices, con ese falso aire despreocupado. No puedo incorporarme, tengo el cuerpo de plomo. No hay salida, solo tiempo y más tiempo. Quisiera dormir para siempre, y luego, poder ver tu cara cuando al llegar a casa me encuentres muerto… ¿Qué harías, llorar, reír o ambas cosas? ¿Cuánto te costaría acostumbrarte a mí no presencia? Nada crees, nada supongo. O tal vez te cueste mucho no tener a nadie a quien hacer llegar tu desprecio. Esa ropa huele a sudor ¿no?, ¿es que no te cansas de ver la tele? Hoy, primero, casi en un susurro: “Prepara las cosas, en cuanto llegue podemos salir”…  Después, a la mierda los matices. “¡Date prisa!” –dices, “rémora” –piensas. No digo nada, no quiero decir nada ¿de qué serviría? Alguien que no produce es un parásito. A casa de tu madre, a ese pueblo miserable para quitarme la piel entre las dos. Ya lo dejaste caer, como por casualidad, “Eso es lo único que nos podemos permitir”. Que tú tampoco quieres ir, pero que no hay más remedio y luego ya crecida… “Ya me gustaría a mí poder ir a la playa y cenar en un buen restaurante”. Me provocas, pero ya no escucho, ya no siento. Soy una babosa que se arrastra, un ser que se encoge como una esponja marina fuera del agua, un harapo que no usaría ni un indigente, una sombra que pierde sus contornos.

No entra nada de aire por esa ventana. ¡Un pájaro! Hace mucho que no se posa ninguno. Parece perdido también… estará achicharrado… Pía, se esponja, vuelve a piar y vuela. Es un vuelo corto, habrá visto una migaja. Un vuelo productivo, luego dará otro, también corto, en el fondo no quiere alejarse de casa ¿verdad? Es lo único que tiene, pero en el breve espacio de tiempo que vuela, es libre, puede ir donde le plazca sin dar explicaciones, por sus propios medios… Yo también podría volar, un vuelo corto y definitivo ¿Y si me fuera antes que llegaras? Me buscarías por toda la casa, gritarías crispada al comprobar que no tengo nada preparado y luego… bajarías al garaje, para descubrir que no está el auto. Llamarías a tu madre “Ese desgraciado se ha llevado el coche, pero no irá lejos sin gasolina”.

Alguien entra en casa ¿Eres tú?… Es pronto… ¿Lloras? Un chorro de sudor resbala por mi cuello, mientras me levanto. La cómoda tiene vida, se eleva del suelo y gira. Llego al salón apoyándome en las paredes del pasillo. Estás sentada en el sofá, la cabeza como desmembrada encima de la mesa. Me falta aún más el aire y me quedo mirándote sin decir nada. Intuyes mi presencia, porque levantas la cara y me miras con esos ojos duros, que ahora parecen de piojo, casi ensangrentados. Entre babas y mocos dices: “Ha pasado algo horrible… me han despedido”. Paras, te atragantas, tu llanto desordenado hace que mi cuerpo se apriete. “Dicen que lo sienten, que no pueden soportar los gastos”. Sigues llorando, mientras noto desaparecer el mareo. Estás hipando, sin aliento, casi no te puedo entender, “Han dicho eso, pero… no es verdad, solo me han… despedido a mí”. Ahora la cabeza te cae sobre el pecho. Reconozco ese desconsuelo. No sé qué hacer ni que decir, pero por primera vez en mucho tiempo me acerco a ti y te abrazo.

Un vuelo corto.

Carmen Soteres. Audio del blog A voz en cuento, de Jose Jesús García Rueda.

 

Carmen Soteres es coatura del libro de relatos Primaduroverales, cuentos. Es autora de la novela Y pudo dejar flores en su tumba (editorial Verbum 2015). Mujer apasionada por la literatura y la pintura, en 2019 ha publicado en coautoría el libro de relatos Sobremesas manchadas de café y tinta.

 

Por PDV

4 comentarios en «Un vuelo corto. Carmen Soteres.»
  1. Estupendo cuento, Carmen. Muy bien narrada la misera que nos vuelve miserables, y cómo también la misera nos une. Te felicito.

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