Por: Carlos Cerdán
Llegamos a la vacaciones de Navidad y se acerca el concurso de cuentos, por esa razón la tarde de ayer había poco material de los escritores del taller, de hecho solo uno de Pablo Frías. Un relato que obedece a los deberes. Seguimos con locuciones latinas, en esta ocasión “Homo homini Lupus”, requisitos: narrador en primera persona, “soliloquio” y alternar el presente y pasado. Casi nada, pero Pablo es valiente y se atreve con todo. “Pollito” es el título de su arriesgado relato y se basa en una historia por todos conocida: la muerte del pequeño Gabriel a manos de la novia de su padre. Pablo, nos confesó sus dudas al escribirlo precisamente por tratarse de algo tan sabido, sin embargo, el resultado es brillante. Muy bien el tiempo del relato, en cuanto al tema del soliloquio se comentó que algunas frases pueden romper el tono del mismo, pero en resumen un ejercicio excelente superado con nota. Enhorabuena Pablo.
“Llevábamos poco tiempo juntos y Samuel ya me demostraba su rechazo. Los enfrentamientos habrían sido continuos y Yago se hubiera puesto siempre de parte de su hijo. ¡Si lo hace también ahora! Y eso que dice que me quiere con locura… Pero no es verdad: Samuel es lo que más quiere Yago en este mundo. Duele mucho verse desplazada de ese modo en el cariño del hombre al que amas. Y más por un niñato insoportable…”
A continuación comentamos el relato de Eloy Tizón “Cubriré de flores tu palidez”. Un cuento difícil que se presta a infinitas interpretaciones y que requiere más de una lectura. Ante nuestro inicial desconcierto de cómo hincar el diente al cuento, Pura, nos iluminó: Metaficción. ¡Ah!, es verdad, ahora lo vemos. Y también metalenguaje. Párrafos llenos de metáforas: una historia A y otra B que se entremezclan; una teoría de acuario que explica por qué respiran como plantas circuncidados de humedad los sexos, las flores. Podría extenderme más, pero lo dejaré aquí con la frase final de Pura: “un relato de construcción y deconstrucción”
“Soy un pobre historiador sin alumnado al que su esposa niega el derecho a volver a casa siquiera por esta noche, por Dios, Amelia, está nevando, por esta noche siquiera. La muchacha de palidez suicida se acaricia los tobillos en la barra, un gesto del oficio, supongo, espero, qué puedo saber yo con mi álbum de etimologías.”
Finalizamos la tarde con el cuento de Enrique Vila Matas “La gallina robada” una historia emotiva y triste, pero sin ser melodramática, sobre su primer recuerdo de un día de Nochebuena en la España de los años cincuenta. Una época llena de carencias que, a los que ya tenemos cierta edad, nos resulta familiar. Narrada en primera persona, maneja el tiempo con maestría. Entre otras cosas, debatimos sobre si la historia estaba contada desde una perspectiva irónica y sarcástica o desde la nostalgia de un tiempo difícil en el que pequeñas cosas, como un caldo humeante de gallina, nos hacía sentir que éramos felices.
“A la mañana siguiente, mientras el otro Salvador decía por la radio que pensaba orientarse hacia España y la Familia, vi la nieve y las lágrimas de mi madre y el humeante caldo de gallina de la cocina y, por unos momentos, sentí que el mundo era perfecto.”
Y, más o menos, así transcurrió otra tarde llena de buena literatura. Ahora, ya nos queda esperar al citado concurso de cuentos con el que acabaremos este desconcertante año.
Cuidaos.
Genial. Conservas tu estilo, hasta en las crónicas. Muy buena , por cierto.
Gracias Carlos.
No, Carlos, más o menos no, así exactamente transcurrió la tarde que tú, en unas brillantes líneas, has sabido condensar. Como los perfumes buenos, que en una simple gota contienen toda su esencia. ¡Bravo!