Por: Alberto Jesús Vargas.

En estas tardes de febrero en las que el sol empieza a retrasar su ocaso para poner de manifiesto su vocación de primavera, los jueves, nuestros jueves, se siguen escribiendo con “p” de Primaduroverales. Fieles al compromiso semanal, acudimos puntuales al encuentro. Asomados cada cual a su ventana, nos saludamos sin disimular la alegría de volver a estar juntos. ¿Quién se atrevería a decir que nos separa la distancia cuando somos capaces de formar un mosaico viviente dentro de una misma pantalla? Y tras los saludos, comentarios informales antes de ponemos serios para abrir la sesión. “Recording in progress”.

A Ernesto Ortega, el más madrugador de la semana a la hora de enviar sus “deberes”, le toca ser el primero en subirse a nuestro atril virtual. Nos lee un texto que ha tenido a bien titular “Desde el sofá”,  un relato epistolar que se desliza hacia el monólogo interior en el que un colchón abandonado en la calle sirve de excusa para que la protagonista ,con su herida aún sangrante, exprese todo el dolor y la desolación que la infidelidad de su pareja le ha provocado. Traición perpetrada precisamente sobre ese colchón que, despechada, quiere arrojar fuera de su vida. En los comentarios subsiguientes a la lectura se destaca sobre todo las virtudes narrativas con alguna que otra objeción que no alcanza a desmerecer el resultado final.

“Quizás, si te hubiese pillado con ella en el sofá, en lugar de en nuestra cama, quizás hubiese podido marcharme y volver tres horas después, dejando que todo siguiese como hasta ahora, pero en nuestra cama, ¿por qué tuviste que hacerlo en nuestra cama, Carlos? ¿Es que no hay hoteles baratos ni pensiones de mala muerte? Por eso, tuve que tirar el colchón. Según salisteis por la puerta, bajé detrás de vosotros y lo dejé en la calle”.

Continuamos. Es el turno de Luis Marín que nos trae “Crisantemos”, un relato triste y oscurecido, tal y como nos hacer presentir su título, por la fría sombra de la ausencia y de la muerte . Si los personajes de los relatos breves suelen intuirse más que percibirse en tres dimensiones, aquí encontramos la aplicación, quizás llevada al límite, de esa máxima. En cuanto a la narración, escrita en dos planos temporales distintos, el esfuerzo de condensación consigue un éxito indiscutido en la historia más remota, plasmada en frases cortas precedidas por corchetes, quedando algo desdibujada, a pesar de ser un poco más extensa,  aquella otra que nos traslada al presente.

         [.] Llanto con la carta estrujada en su mano. En la mesa el sobre con matasellos del ejército [.]

         [.] Las dos lloran. Cada una su pérdida [.]

         [.] Julia, al menos tú tienes certeza [.]

         [.] Recibió el ataúd y lo enterraron [.]

         [.] Julia, ¿y si mi hijo está vivo? [.]

Llega el turno de Luis Fernando Jiménez que nos presenta un relato con un título tan contundente como imperativo, “Mátame”. Escrito en primera persona, su protagonista recibe la llamada del que fuera la anterior pareja de la mujer que igualmente le ha acabado abandonando, proponiéndole una cita en el parque.  Esto desencadena en su pensamiento una auténtica tormenta de dudas, incertidumbres y recelos que le hace vislumbrar un final trágico planteando como una combinatoria triangular. Tras su lectura, si bien se destacan los aciertos del texto, se apuntan también algunos desajustes tanto en el tono, un fluido monólogo interior que se rompe con alguna inoportuna racionalización, como en el tiempo del relato, que al principio parece más próximo y va tomando distancia en su desarrollo.

Decidido, iré a la cita. Seguro que sabe algo de ella. Cuando sepa de mi sufrimiento volverá conmigo. Y si no es así, la mato, los mato a los dos y luego me mato yo. Mejor le mato a él y luego acabo con mi vida, para que sepa lo que es sufrir como yo. Y cuando ya haya sufrido lo suficiente, la mato también a ella. Bueno eso no podría ser porque yo ya estaría muerto. Entonces mejor la dejo herida de muerte para que padezca al ver moribundos a sus dos amores. ¡Madre mía! Ahora sí que he perdido completamente el juicio”.

Y como colofón a esta tarde provechosa nos llega el relato bíblico de Carlos Cerdán, que se toma el divertido atrevimiento de reescribir en “La última cena” los pasajes evangélicos en los que se narra aquel último encuentro de Jesucristo con sus apóstoles en el Cenáculo. En este nueva versión, repleta de humor y fluidos diálogos, un Judas declarado en rebeldía se niega a asumir el papel de traidor que tiene asignado en el guion, poniendo en grave peligro el devenir de la historia y de la humanidad. Un verdadero acierto de nuestro compañero Carlos que obtuvo el aplauso unánime de la concurrencia y supuso una pequeña apoteosis para nuestro grato y amistoso festival literario de cada jueves.

“- En verdad, en verdad os digo que esta noche, uno de vosotros me hará traición – contesta Jesús lacónico y eleva el tono de voz para que todos lo escuchen bien.

Los discípulos se miran unos a otros con la intención de descubrir al traidor. Algunos, señalándose a sí mismo, niegan con la cabeza. Jesús permanece en silencio. Por fin, Judas Iscariote se levanta y postrándose ante él dice:

– Maestro, perdóname. Yo soy quien iba a traicionarte, pero me he arrepentido y ya no lo haré.

– ¿Qué? ¿Cómo que te has arrepentido? – pregunta Jesús enarcando las cejas.

– Sí, he roto el trato con los fariseos.

El dulce rostro de Jesús se torna en una expresión de sublime enfado.

– ¡Qué has hecho, insensato!”

Y esto ha sido todo, que no es poco. Dicen que cuando nos encontramos en un estado placentero la sustancia negra, una estructura profunda del mesencéfalo, segrega dopamina y ésta altera nuestra percepción del tiempo haciendo que nos parezca que pasa más deprisa. Eso explicaría por qué nuestras reuniones semanales siempre nos resulten cortas. Llenemos pues nuestras copas de dopamina y brindemos jubilosos por nosotros. ¡Salud y hasta la semana que viene!

Alberto Jesús Vargas

Por PDV

15 comentarios en «Un colchón abandonado en las puertas del Cenáculo»
  1. Impresionante. Si seguimos subiendo el listón de las crónicas, se va a convertir en un reto hacerlas cada jueves de taller.
    ENHORABUENA ALBERTO.

  2. Este es un buen estreno de cronista, Alberto. A los elogios de los compañeros, añadiría que encuentro una gracia especial, será por eso del buen andaluz. Felicidades.

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