Por: Paco Plaza

Quien vaya a ver The Joker que no espere una película de superhéroes. Nada que ver. Entre otras cosas es un descarnado retrato de la maldad humana y de esa incomprensión de las enfermedades mentales que tenemos en nuestra sociedad; como se dice en el film: “lo que se la sociedad espera de un enfermo mental es que no se comporte como un enfermo mental”.

Joker 01Arthur Fleck, el personaje interpretado magistralmente por Joaquin Phoenix,  padece enuresis risosa; trastorno que le hace reír incontroladamente, incluso en los momentos más inoportunos en los que una carcajada es justo la reacción contraria a lo esperado. Arthur acepta su enfermedad y busca una ayuda que no recibe de la sociedad en la que malvive. A pesar de todo es, podríamos decir, bueno, un bueno Machadiano. Cuida con cariño de su madre, su sueño es hacer reír a la gente, trabaja de payaso de anuncio y trata, inocentemente, de ser un cómico de monólogos (a pesar de su evidente carencia de aptitudes) y, como todo hombre, desea una compañía amorosa por la que su extrema timidez le impide luchar.

La sinfonía de golpes de todo tipo que Arthur recibe nos lleva a ver la  conversión de Arthur en The Joker como algo lógico, al igual que la evolución de la población de Gotham hacia una horda violenta que clama por las injusticias y las diferencias sociales. Alguien podría ver en esta película una apología de la violencia; una justificación. Pero no, no es eso, el film nos enseña que la violencia es la cloaca de la humanidad y que cuando “el dolor de la muerte no puede ser mayor que el dolor de la vida” y ya no hay nada que perder es cuando el hombre se convierte en un animal peligroso.

Joaquin Phoenix suele dar a sus personajes una pátina de lánguida melancolía (recordémosle en Her, o en El Bosque, o en Señales) y muchas veces cierta inexpresividad (como el Kómodo de Gladiator). Pero en esta ocasión su personaje está lleno de matices, contradicciones, escenas que le transportan por una increíble montaña rusa de sentimientos; no solo nos habla con la voz o el rostro, Phoenix nos habla con todo el cuerpo; todo él nos habla de lo atormentado que está. Mas cuando marcha hacia su “liberación final” nos deleita con un baile bajando unas escaleras en el que derrama felicidad en cada gesto. Es la catarsis. Ya no hay marcha atrás.

The Joker es una película para saborear lentamente, de esas que hay que ver varias veces. Muy recomendable. Parece mentira que su director, Todd Phillips, haya hecho hasta la fecha principalmente comedias, algunas buenas otras no tanto, como la serie de Resacón en las Vegas o Salidos de cuentas. Bienvenido sea el nuevo Todd Phillips.

El resto de los personajes, todos secundarios, quedan eclipsados por Phoenix, incluso Robert de Niro, que realmente aparece haciendo de sí mismo.

Paco Plaza

Por PDV

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