Por: Luis Marín

El más intrépido del taller, Paco Plaza, se ha lanzado con un “martinete” para contarnos una escena de Antonio González. Le hemos seguido en su sórdido camino a una muerte segura y deseada al compás de unas “palmas sordas”.

Después nos ha deleitado con una “seguirilla” universitaria, entre las facultades de filología y derecho, pasando por el paraninfo y unas carreras para calentar antes del partido de rugbi.

El mismo personaje que en situaciones diferentes llega al mismo final, debe tener en su más profunda idiosincrasia algún rasgo que le impide cambiar su destino y le conduce irremisiblemente a su destrucción.

«… Antonio se aprieta contra la pared y desaparece como un  guijarro que cae sobre la espuma; hasta que las risas se desvanecen en la lejanía, entonces Antonio regresa a la noche y con una ligera cojera avanza, pegado a la fachada, tras el rastro de las sombras más oscuras, las zonas más alejadas de los tenues conos de luz que proyectan las farolas…»

derechoHemos podido constatar que los personajes de su ucronía están bien definidos en su cabeza. Pero quizá ayude que esa definición quede reflejada de forma patente en unas notas que recuerden sus peculiares características. Palmas secas para animar al creador.

Paso a paso vamos, a través de la neblina que cubre el camino, hacia esa posible novela, nuestra primera experiencia de traspasar el relato corto. Ya hemos definido personajes, ya los hemos perfilado en nuestros cuentos más o menos largos, pero ahora toca darles consistencia, con pasado, presente y futuro. Es posible que todo eso quede oculto en el texto final, pero ahí está, patente, su existencia.

Con palmas sordas hemos acompañado a José Miguel en su “soleá” para presentarnos a esa mujer que después de veinte años, sólo consigue distinguir de su esposo, en un amanecer solitario, el cliqueo del encendedor, el humo del cigarrillo que se consume en el cenicero y las volutas que salen de un cuerpo que no puede ver.

zippo«… Lo busca con la mirada a través de una penumbra tamizada por la escasa claridad procedente del alumbrado nocturno del exterior que atraviesa el ventanal. En la mesita, que está al lado del sillón, hay una cajetilla de cigarros, un encendedor zippo de metal y un cenicero que ya tiene algunos restos de cigarros fumados recientemente…»

Y cuando parece que “tó el pescao está vendío” con el sonido de unas “palmas sordas”, Carlos Cerdán, presenta a su atribulado personaje, mosqueado con todo lo que le rodea, para acompañarlo con unas “palmas secas” que nos suben a un convento y acaban en unas “palmas redoblás” justo después de los maitines. Con pupilas dilatas incluidas, quizá por el madrugón.

hojas«… El camino es empinado, pero Anselmo pedalea tranquilo sin esforzarse mucho. El frondoso bosque que atraviesa la carretera recoge todos los colores y matices que el incipiente otoño comienza a mostrar. El crujir de las hojas, aplastadas por su bicicleta, le parecen suaves gemidos y piensa que la suerte empieza a favorecerle… «

De literatura no sé si acabaremos aprendiendo, pero de toros y flamenco vamos a ir… “sobraos”.

Luis Marín

Por PDV

3 comentarios en «Tarde de palmas»

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