Por: Lourdes Chorro

Estaba dando vueltas a un micro relato, desde el ventanal que nos abrió de par en par el jueves pasado nuestro compañero Ernesto Ortega, sobre un almirante de ojos resentidos al que de grumete nunca le dejaron subir a cubierta, cuando me asaltan noticias que me dejan tocada por la guerra. El micro hace aguas. Causa perdida. Recordé que, en la otra ventana, la virtual estaban colgados, sin leer los escritos de esta semana. Pensando que ellos me quitarían el desasosiego empecé a leerlos. Allí me esperaba una familia perturbadora con un padre de mirada que yo pondría entre paréntesis. Una tensión de ola que sube y baja. Cerrojos, malas intenciones, complicidades y relajantes musculares que se diluyen en agua con matarratas.

Sonrío, aunque aún me noto los ojos vidriosos. Mi hija… Su diligencia me enternece y considero la opción de pedirle perdón mientras me esfuerzo por incorporarme para verle mejor la cara. Aquella mirada perturbadora no ha desaparecido y me siento como un artificiero ante su primera mina, quizá la mina que se quitó la sudadera y cuya indeleble imagen desnuda se une al dolor que me ha provocado mi maniobra para expulsar a empujones de mi cabeza esa intención”.

Un pañuelo de seda negro me tapa los ojos y se abre la puerta del infierno. Otro cañonazo vuelve a tocarme al adentrarme en el relato de Alicia Gallego.

Sujeta por los brazos me llevaron a otro lugar donde me colocaron sobre una losa. Quise gritar, pero no pude, el alarido quedó ahogado en mi garganta. El frío de la piedra atravesó mis huesos y heló mi sangre. Intenté levantarme, resistir, salir huyendo, pero me encontré atada de pies y manos a lo que comprendí era un altar.”

Onda fría, turbia niebla, sofocos ahogados. Estos cisnes negros nos han traído una agonía tan blanca como la bandera de una rendición, pero, ¿de qué debe hablar la poesía? ¿no debe versar sobre eso? A esta pregunta me responde el protagonista del relato de Vicente Moreno:

Si mira alrededor lo que ve es un par de yonquis famélicos, algún alcohólico de mano temblorosa y varios sintecho que han dejado el carro con sus pertenencias en la entrada de la Misión. Sobre ellos debería hablar la poesía piensa Lou, no de cisnes amnésicos o no, sino de gente real como los jóvenes que mueren en Nam, los negros apaleados en Alabama o los adictos a la jeringa. Al menos es lo que intenta hacer él en sus canciones sobre anfetas, borrachos y travestis

¿Qué escribirán los poetas ucranianos en estos momentos?

Continúo leyendo. El relato de Carlos Cerdán me lleva a la posguerra, a un doble conflicto del que por mucho que se haya escrito nunca deja de sobrecogerme. ¡Y yo que creía que iba a dejar de pensar en los horrores de las contiendas!

En la plaza del pueblo se exhibían, como piezas de una montería, los cuerpos de tres hombres abatidos a tiros: Julio, el padre de Luisa, Justo, apodado “el lechuga” y Dimas, el hijo del herrero. Los últimos maquis de la sierra. Un grupo de guardias civiles con expresión ceñuda junto al alcalde y el cura párroco, que sonreían ufanos, posaban, con los cadáveres a los pies, ante la cámara de un fotógrafo. La mayoría de los lugareños contemplaban la macabra escena sobrecogidos, algunas mujeres elevando la mirada hacia se santiguaban.

Acabo hundida y sin posibilidad de resurrección. Me rindo sin condiciones. La alarma del móvil suena. Son las siete. Me levanto a por agua. Mi madre tiene sed. Belladona, raticida, hierba…  En la carrera tropiezo con su andador. Mamá, voy a entrar en el zoom con mis compañeros y tienes que estar calladita. Esta tarde promete. Lo mismo se les ocurre hacer una despedida de soltero a Rilke. ¿Y no puedo oír las noticias de Ucrania? No, tú, escúchalos que ellos son capaces de acabar hasta con la guerra. Y como me toca la crónica que sus relatos hablen por sí mismos.

Por PDV

8 comentarios en «Que hablen por si mismos»
  1. Lourdes… eres la poesía hecha mujer de ojos azules… Cuando te leo deprisa, no alcanzo a entender… y es que hay que leerte despacio… y respirar… Y entonces se siente la poesía de tus palabras. Tu poesía.

  2. Que poquito necesita nuestra compañera para estampar su sello de excelencia en todo lo que escribe. Nos transportas a dimensiones que algunos ni siquiera intuimos de no ser através de tu escritura.
    GRACIAS LOURDES.

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