Por Pura Simona

No puedo recordar el año en que Yolanda llegó al taller, pero sí recuerdo que el primer día del curso de aquel año propuse que cada uno describiera el salón de su casa. Un ejercicio sencillo para romper la tensión que se crea el primer día de clase entre conocidos y desconocidos. Es posible que hayan pasado quince o dieciséis años, o más, pero todavía estoy viendo su salón, la calidez que había allí dentro, y había algo rojo. Ay, el corazón de nuestra Yoli.

La calidez que guarda Yolanda no es tan fácil de reconocer. Es la maestra del parapeto y la invisibilidad detrás de una sonrisa perenne, y de esa sabiduría plena de modestia. Pero esto son bobadas, pues una vez que Yolanda te deja pisar su círculo, la quieres y la quieres.  La quieres, ya la quieres, pero aun así cada día te asombra para bien alguna cualidad de ella. Han sido muchos años – quince o dieciséis o más- de tratar con Yolanda, y todavía no llego a saber de qué pasta están hechas algunas personas, las buenas personas como Yolanda. Alguna proporción de seda o de algodón, alguna conexión planetaria o estelar, o una harina de azúcar…  algo hay en algunas personas especiales que nos falta a los de a pie. Yolandita, qué fortuna la tuya de poseer ese plus.

Una de las razones de abandonar el taller fue para cuidar de sus padres. No quería interferencias al sentirse culpable por no escribir nada, de aportar poco a las clases. Aportar poco… ¿os lo podéis creer? Quería disfrutar por completo de sus padres, y cuidarlos, cuidarlos…, y dedicarse a sus manualidades primorosas que todos hemos disfrutado y que no le ocupan la mente. No he conocido a nadie que le tenga tal desapego a lo material, ni que renuncie a tanto por los demás sin renunciar a sí misma. La admiro por muchas de sus cualidades, por no decir todas. Pero en especial por cómo sabe crearse sus círculos de felicidad, con la Fuen, que es su madre (que no hace mucho estuvo muy, muy malita), con sus gatos, con sus tías, sus amigos, sus viajes. No me cabe ninguna duda de que en un hipotético apocalipsis (Dios quiera que no lo conozcamos de otra forma), si Yolanda sobreviviera, la alimentaría la esperanza, la seguridad, de que en algún momento volvería a crecer la hierba. Daría igual el tiempo de espera, si sentada o tumbada en el suelo, pero protegida por ese quién sabe qué que la acompaña, hasta que surgiera ese primer brote de hierba, y entonces ya la veo con su sonrisa abierta, no hay sonrisa tan abierta como la de Yolanda. Y solo entonces, ella crearía su pelotita de lana o de seda para ser feliz.

Yolanda junto a J.J. en el 2008 crearon este blog cuando todavía ninguno sabíamos qué era un blog. Recuerdo que una compañera de literatura llegó de Londres entusiasmada porque su marido, un diplomático, le había hablado de esto que era una novedad, y ella estaba intentando crear uno. Lo comenté con J.J. (profesor de telecomunicaciones), que ni siquiera había oído hablar del tema, y con Yolanda, y a la semana siguiente, entre ellos dos, teníamos funcionando el blog, como por arte de magia, con esa magia, con esa soltura y sencillez que tiene la juventud. Y es que además, Yolanda sabe de todo. Os envío una foto del taller de aquel año (es una foto del blog) que seguro a Yolanda le encantará. Como veréis ya ella anda escondida, la invisible Yolanda. Es este también un tiempo de nostalgias, estamos los grupos mandándonos fotos y músicas de cuando aquello y de cuando lo otro ¿os acordáis? Cómo pasa el tiempo y cómo se nos notan los años. El tiempo se nos va tragando poco a poco, o como ahora, de sopetón. Ahí están Fernando y Manuel Valcárcel, dos de los compañeros de entonces que, quisiéramos creer, han pasado a mejor vida.

Yolanda, te mando aquí pegadas, con mucho amor y ventosas, unas palabras de Lourdes:

Entre esta distancia convertida en lejanía, vamos perdiendo a muchos que amamos, a otros que sencillamente queríamos por haber dado la vida a nuestros amigos y nos han dejado el mejor regalo que se puede tener. Y es de una tristeza lluviosa, como el día de hoy, no saber cuándo acabará todo y podremos abrazarles y acompañarles con nuestro cariño. Las palabras mansas se vuelven rebeldes cuando el corazón las aprisiona. Por eso he tenido que acudir al “Fimo”, ese material con el que Yolanda construye esas adorables figuritas para todos en Navidad. Con mis patosas manos le he modelado una estrellita de mar, por si hoy no encuentra estrellas en el cielo. Empecé a construirla azul con docenas de ventosas verdes, mis colores favoritos, para que se pueda aferrar a nosotros, sus amigos. Después la pegué en mi ventana. Ahora, cada vez que paso a hacerle compañía es de un color nuevo. Creo que ya la ha visto.

Esta entrada y este preámbulo tan largo, se debe a que esta madrugada ha fallecido Valeriano López. Era y es el padre de nuestra queridísima Yolanda López Muñoz. No lo conocíamos. Entre la cifra que den hoy de fallecidos una de ellas lleva su nombre. Aunque esté fuera de esa cifra, pues ha muerto en una residencia (parece increíble que nos estemos acostumbrando a esta atrocidad que nos rodea), y, por lo que parece, sin certeza de que sea por coronavirus, aunque todo apunta a que así es. No lo conocíamos, pero los que queremos tanto a Yolanda lo visualizamos a través de su amor por él. Sabemos que llevaba años delicado, aunque todavía era bastante joven. Estaba muy entera Yolanda hoy cuando he hablado con ella. Desde hace unos días iba preparándose para una noticia así. Está confinada en el pueblo con su madre desde la reclusión. Muy solitas. La muerte precisa de sus ritos para zanjar la vida. Yolanda lo tiene claro, ahora no puede, pero lo hará. Ella ya está creando su círculo, su capsulita de protección, aunque sea replegándose como un erizo con la púas bien tiesas para no recibir más daño.

Valeriano López es el segundo familiar directo que fallece (al menos que sepamos) de esta gran familia que somos los Primaduroverales. Hace unos días también fallecía Goya Logroño, la madre de Mª Jesús Ainaga. Mª Jesús, tienes toda la pinta de poseer, parte al menos, de la pasta de la que está compuesta Yolanda. Quédate con lo que has disfrutado de tu madre, de esas fotos llenas de desayunos que todos envidiábamos. Erais, sois, la viva imagen de la alegría las dos juntas. Qué sonrisas las vuestras. Disculpa que no te dedique tantas palabras como a Yolanda, puedes estar segura de que se debe tan solo a que te conozco mucho menos que a Yolanda. Y es que el cariño, con el tiempo, se infla como los globos. Mariaje, desde aquí te mandamos, también a ti, nuestro ánimo, el cariño más sincero y la fuerza de todos, que ya sabemos que se te junta la pena del duelo y la enfermedad. Estamos a la espera de recibir buenas noticias de tu parte. Deseamos de corazón que te recuperes pronto y bien, de todo.

Incluimos también una foto de grupo Mariaje, nuestra fotógrafa más insigne, artística y alegre. Un poquito de esperanza para todos, mis queridos Primaduroverales.

Por PDV

7 comentarios en «Nuestro cariño para Yolanda y para Mª Jesús»
  1. ¡Cuánta razón tienes en todo lo que dices, Pura! Nuestras amigas Yolanda y Mariaje son dos personas increíbles. Un abrazo muy grande para las dos.

  2. Me he emocionado viendo a la Yolanda que tan bien describes y el inmenso cariño que en nombre de todos transmites.
    Yolanda y Mariaje, víctimas de un destino inesperado y como grandes personas que son homenajeadas por sus amigos por escrito. Un abrazo muy fuerte Yolanda y María Jesús.

  3. En estas palabras se respira AMOR, se huele, se abraza amor y cariño a raudales. Me encanta leerte, Pura, me gusta muchísimo ver la vida desde tu perspectiva. Siempre me ha inquietado conocerte más y siento que durante estos aciagos días en que todo está saliendo bastante mal, al menos estoy siendo capaz de conocerte más. Y a través de ti a Yolanda, con quien no he coincidido muchos años en el taller, pero los suficientes para saber de qué pasta está hecha, de cuánta calidad humana. Cuando mi madre estuvo malita, ella estuvo presente desde su agazapada forma de ser. Me mandó ánimos a menudo y muchas palabras de aliento y esperanzadoras. Yo ahora le quiero enviar desde aquí y por otros medios mi cariño, mi fuerza vital y reiterarle que la queremos y que cuenta con nosotros. Qué maravillosas formas de ser las de Yolanda y Mariaje, uno se siente en la montaña respirando aire fresco cuando se encuentra cerca de ellas. Me recuerdan a cuando me acostaba sobre el vientre de mi madre, de pequeña, y sentía que no podía haber almohada más cómoda en el mundo que esa.

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