Por: Paco Plaza

Una tarde más de jueves en la que volvimos a disfrutar de la velada literaria con los Primaduroverales, y aunque sea telemática es bien grata y acogedora. Seguimos, unos más y otros menos, pasando por el rodillo del Omicrón e incluso hay alguno que, no contento con la amenaza del Covid se aventura con otras enfermedades. ¡Venga ya! Estamos a lo que estamos, ahora toca Covid no trombos ni ictus ni otras gaitas; como decían aquellos dos vascos que salían a por setas y en la linde del bosque uno se encuentra un Rolex y cuando se va a agachar a cogerlo va el otro y le recrimina ¿estamos a Rolex o a setas?

Empezamos la tarde con un relato de Jose Miguel que, muy osado él, y a la vista de que llegaba la cita del taller y no había ningún relato para leer, sacó del cajón un escrito titulado “Perdiendo el control”; aunque éste no tuviera nada que ver con los deberes que propone Pura. Como suele ocurrir con las osadías llovieron críticas de todo tipo, desde el gerundio en el título hasta el final previsible pasando por la falta de intensidad que requiere un “casi micro” en el que se produce un asesinato. Hay que reconocer, eso sí, que la idea que plantea es bastante buena: ese entrañable psicópata que por más que lo intenta no puede frenar sus impulsos criminales, …pobriño.  Una muestra:

“No recuerdo bien cuando fue la primera vez que tuve que manejar el ataque de crueldad, aunque si recuerdo, con bastante nitidez, cómo surgió la necesidad de clavar el cuchillo en el pecho de aquel individuo”

Continuamos con un Micro redondo y contundente de Alberto Jesús Vargas; “Rescate”; cuento ya reseñado por Manuel en el blog el pasado 19 de enero ya que fue finalista en el “IX certamen Realidad Ilusoria”. Perfecto ejemplo de lo que tiene que contener un micro, solo cien palabras con una historia, unos personajes bien dibujados y un final sorprendente. Aunque ya se ha colgado en el blog no me resisto a volverlo a poner, una delicia:

Rescate

Dijo ser la esposa del desconocido que yacía en la acera completamente borracho y algunos transeúntes la ayudaron a meterlo en el coche. Ya en casa, le arrastró como pudo desde el garaje hasta la cama y le dejó dormir. Al día siguiente, cuando despertó, en lugar de una retahíla de reproches, el hombre se encontró un café humeante, una pastilla para la resaca y un apetecible almuerzo. Agradecido, tras el afeitado y la ducha, hizo con ella el amor. Desde entonces son felices. Él no ha vuelto a beber ni su verdadera esposa se ha molestado en buscarle.

Continuamos con “Te invito a un viaje” de Pablo Frías, que si responde a las tareas pendientes, en concreto a la torturante propuesta de comenzar un relato con la frase “Un cisne de otro tiempo se acuerda de que él es” y terminarlo con “Sacudirá su cuerpo entero esta blanca agonía” y, además, qué esas frases encajen en el cuento. Por lo que se ve Pablo le ha tomado cariño al personaje de Sebas (el friki informático nacido en “Qué pereza” de Susana) que ya intervino en su relato de la semana pasada y además consigue con éxito encajar las dos frases de marras. Una historia ágil sobre traiciones y venganzas, con el toque de humor habitual en Pablo y que resulta de muy agradable lectura. Nos quedamos con un final abierto en el que alguien va a morir, pero no sabemos si será el protagonista o el antagonista. Para muestra el último párrafo:

“Y Sebas, muy a su pesar, pierde el control y se sumerge en un baile de cuerpos donde una excitación disléxica se adueña de su voluntad y, mientras entra y sale, empuja y gira, permite que Ana coja el papel que soporta las rayas y esnife dos de ellas para, acto seguido, ofrecerle las dos restantes y que él haga lo mismo sin distinguir la izquierda o la derecha porque en este instante se viene y todo es su centro. Sebas entonces se echa a llorar porque se intuye perdido y teme el momento en que sacudirá su cuerpo entero esta blanca agonía.”

Seguimos con otro relato de Alberto, esta vez en respuesta a los deberes con las dichosas frases del cisne de otro tiempo; Alberto nos muestra, muy bien, en “Miedo a volar” la paradoja de aquellas personas que, sometidas a un trato despótico y cruel en el domicilio paterno se ven abocadas, ya adultas e independientes, a una relación conyugal similar. Vemos muy a bien a Irene sabiendo lo que debe de hacer para huir de una relación tóxica y a la vez dudando de huir ya que para ella es como una adicción. De muestra: parte del último párrafo en el que encaja a la perfección la frase final:

…Fue entonces cuando notó que la mano de Fernando se posaba cálida y tranquilizadora sobre la suya cargada de tensión, en un gesto protector que ella no quiso rechazar. Sin abrir los ojos sintió que el cisne blanco volvía a plegar sus alas y resonó como eco en su cabeza un verso de su admirado Mallarmé, “sacudirá su cuello entero esta blanca agonía.

Ernesto Ortega  nos quiso leer un relato ajeno a los deberes pero que fue bien recibido. Escuchamos atentamente “Pequeños vicios ocultos”; un relato en dos planos temporales. Una escena en presente en el que los protagonistas, una mujer madura y su amante adolescente, charlan amigablemente sin moverse de la cama (como aquel relato de Raymon Carver titulado “Quienquiera que hubiera dormido en esta cama”). Y un pasado en el que la mujer nos cuenta cómo han llegado a tal situación. Historia con trazos poéticos plenos de sensibilidad y realismo. Como muestra un botón:

“…En ese momento sentí la necesidad de fumar y le pedí una calada. Acabamos fumándonoslo a medias, haciendo nubes de humo, como ahora. Le gusta hacer nubes de humo con el tabaco. Inspira y aguanta todo lo que puede el humo en los pulmones. Luego lo suelta muy lentamente. Las nubes llenan la habitación y quedan flotando en el aire. Amenazan tormenta.

-En serio, no podemos seguir así –le digo-. Tenemos que dejar de vernos.

-¿Por qué?

-Porque cada día nos resultará más difícil dejarlo, porque si mi marido se entera, me matará o te matará a ti, que es peor, porque acabaremos haciéndonos daño… “

Acabamos con “Un cisne” de Carlos Cerdán. Otro valiente que se atreve a hacer encaje de bolillos con las frases de Mallarmé. En este caso el comienzo es brillante ya que se apoya en  la mitología griega y el episodio de Zeus convirtiéndose en cisne para dar rienda suelta a su libido celestial; así consigue que  lo del “cisne de otro tiempo” no parezca metido a martillazos. Luego vienen un par de párrafos que se dijo que podían ser prescindibles y luego viene el cuento de verdad, precioso y lírico, de la mujer a la orilla del río que, desnuda, imagina la llegada de un hombre divino o, tal vez, no sean imaginaciones. Véase:

“Contemplaba las nubes imaginando formas de animales. La figura de un cisne iba perfilándose despacio hasta llegar a dibujarse con nitidez. De repente sintió una presencia y se incorporó sobresaltada cubriéndose con el vestido.

– Perdona si te he asustado… “

Y así terminó la sesión. Muy instructiva y entretenida. Pura nos insistió mucho en que se manden los relatos antes del mediodía del miércoles para que dé tiempo a leerlos antes del taller. Trataremos de ser obedientes.

Por PDV

5 comentarios en «Micros que son macros»
  1. Bravo, Paco. Se nota que te reincorporas al taller con fuerza, y nada mejor que una buena crónica para abrir boca y romper el hielo de los folios en blanco.
    Gracias Paco.

  2. Gracias, Paco, por una crónica estupenda… Un cisne de otro tiempo se acuerda de que él es un virus (biológico y/o literario) que se cuela ineluctablemente entre nosotros…

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