Queremos felicitar a nuestro compañero Luis Marín que ha resultado finalista en el VI Certamen de Relatos Cortos Cursos de Verano UNED de Alcalá la Real – Jaén.

Uned alcala la realEl próximo viernes 29 de noviembre,  coincidiendo con la inauguración del Curso Académico 2019/2020 en la UNED de Alcalá la Real, se incluye la presentación del Libro del VI Certamen de Relatos Cortos “Cursos de Verano de la UNED”.

La publicación recoge los trabajos finalistas de este concurso literario cuya temática en la presente edición ha sido la de “La mujer en La Mota”.

 

LuisA continuación incluimos el texto completo del relato «Tiempo de esperanza» de Luis Marín.

 

TIEMPO DE ESPERANZA

Leonor está casi preparada para acudir al rezo poco antes de que las campanas de la iglesia abacial toquen al Ave María. Las mujeres que llegaron tras la conquista de la fortaleza quizá no sabían el tipo de vida que les esperaba. Esposas de jóvenes guerreros sobre las que recaería la responsabilidad de consolidar el asentamiento en esa plaza estratégica de la frontera con el reino de Granada. Después de la firma de una nueva paz, las tropas no descansan, continúan las patrullas que garantizan la tranquilidad de la población. El contingente militar acampado en los arrabales mengua poco a poco por el traslado a otras posiciones. La vida en la Mota transcurre lenta para las mujeres que alternan los servicios religiosos, que se cumplen de forma escrupulosa, con el cuidado de los hijos demasiado pequeños para tomar las armas o de las hijas que se instruyen en las tareas femeninas.

Adiila, como una sombra, camina sigilosa por las callejas de la alcazaba. El velo, que solo deja al descubierto sus ojos negros, le agobia por el calor pero todos los días, al anochecer, sube hasta el adarve para contemplar en la distancia el pico Veleta que aún conserva un pequeño nevero. Allá en Granada están los hombres que tuvieron que abandonar la plaza dejando a sus familias y enseres. Pronto volveré a buscaros mi amor, le había dicho su esposo cuando las tropas que defendían la fortaleza salieron, derrotados, rumbo a la capital del reino. De aquellas palabras hacía ya varios meses y todas las tardes mira hacia el sureste y lanza sus pensamientos hacia el hombre que ama. Protegida por las sombras de la muralla, observa a las cristianas que abandonan el templo de regreso a sus hogares. Espera unos momentos hasta que todas desaparecen en el laberinto de calles. Los suyos no pueden ir a rezar, la mezquita fue clausurada con la llegada de las tropas del rey. Pero en su casa se encarga de orar con sus hijos y les enseña las suras del Corán que su madre le transmitió a ella. Cuenta unos segundos y cuando calcula que no se cruzará con las otras mujeres desanda el camino hacia la alcazaba.

Al doblar una esquina, un leve gemido hace que se detenga y se arrime a la pared. Escucha con detenimiento mientras se desplaza lentamente pegada al muro. Unos pasos más allá un bulto oscuro se queja en el suelo. Se acerca con precaución y ve el rostro de una mujer con lagrimas que resbalan por sus mejillas. Calcula que tendrá poco más o menos su edad y lleva sobre el pelo uno de esos velos cristianos que ella hila para ganarse el pobre sustento de la casa. Leonor se agarra el tobillo con una de sus manos y su mirada denuncia miedo. Piensa Adiila que cuando los hombres estaban en la fortaleza, las calles se mantenían perfectamente transitables, sin esos agujeros que pueden provocar accidentes.

Adiila mira a Leonor con sus ojos negros y profundos y se aparta el velo de la cara para intentar transmitirle tranquilidad. La ayuda a levantarse y sirviéndole de apoyo la lleva hasta el zaguán de su casa que está apenas a unos pasos. Leonor sentada en un taburete espera a la mujer que ha desaparecido tras una tupida cortina. Solo unos segundos, enseguida regresa con un ungüento y un trozo de tela con la que envuelve el pie después de unas friegas. Vuelve a desaparecer, pero la cortina queda enganchada permitiendo la visión del interior. En una mesa baja descansan varios libros y abierto sobre un atril uno de mayor tamaño en el que a pesar de la distancia puede distinguir colores. Será su biblia, piensa Leonor. En otra mesa tres platos alrededor de una fuente con cuscús amarillo que esperan a unos comensales que lo tomarán como único alimento. Tras beber un poco de agua que su anfitriona le ha traído se pone de pie. El dolor punzante que la hizo caer ha desaparecido, mi nombre es Leonor y te quedo muy agradecida mujer. ¿No hubieras tú hecho lo mismo por mi? Un silencio prolongado se instala entre las mujeres mientras se sonríen. Yo soy Adiila.

Unos golpes en la puerta sobresaltan a Adiila que trajina por su casa desde antes del amanecer. Una cesta llena de verduras y hortalizas descansa junto al dintel. Mira a izquierda y derecha y no ve a nadie, ninguna sombra que se escurra entre las primeras luces. La escena se repite durante días. Hoy, del cesto sobresale un papel doblado. Lo lee y lo aprieta contra su pecho, mientras una lágrima resbala por su mejilla.

Desde la torre del homenaje Adiila contempla a lo lejos el tono rojizo de la campiña cordobesa y las sombras de los olivares al pie de la fortaleza. Sus ojos recorren el paisaje desde las sierras Subbéticas hasta el noreste como si recorriera toda la frontera, más allá de sierra Mágina. Al fin el Veleta le indica el lugar donde le espera su marido en el reino de Granada. No puede entretenerse, sus hijos están al pie del adarve con tres bultos de distinto tamaño. Leonor les acompaña hasta la puerta de la fortaleza donde un grupo de hombres les espera para acompañarlos, con la complicidad de la noche, en los primeros tramos de su viaje.

Las mujeres, con las manos agarradas, pronuncian palabras inaudibles para el resto del grupo. Sus miradas se cruzan en una despedida cómplice. Leonor vuelve sobre sus pasos mientras la puerta se cierra. Adiila se detiene cuando llegan a la llanura para lanzar una última mirada al que fue su hogar.

Por PDV

8 comentarios en «Luis Marín, finalista en el VI Certamen de relatos cortos «Cursos de Verano UNED», Alcalá la Real – Jaén»
  1. Luís, con Adiilia he salido de Granada y he sentido empatia con ella y sus acompañantes. Un relato rico, con palabras que aunque no entiendo, han embellecido el relato. Me ha gustado mucho. Enhorabuena Luís

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