Por: Lourdes Chorro
Debes empezar a escribir la crónica y las palabras hámster se niegan a dejar de dar vueltas a su rueda sin parar, enredadas en pensar que no encontrarás un final, pero las crónicas como todo lo que comienza lo tiene. La fidelidad del fin al principio es incondicional. Tú empieza, no importa que te vayas por las ramas de esta Semana de Pasión desapasionada. Puedes contarles que veías a los rayos de sol enroscarse como medusas en los cristales de tu ventana, mientras escuchabas las callejeras ruedas de las maletas en un ir y venir que comparabas con un Vía crucis que para ti querías. Justifícalo con que, al fin y al cabo, los tres relatos que leyeron son como tres pasos que parecen procesionar en un viernes de dolores. Los tres introspectivos, silenciosos, alguno con menos silencios de los que debiera, pero la intensidad de lo relatado, la sutileza de sus principios y sus giros finales clavan una lanza en el costado de cualquiera. ¿Cómo pueden seguir ocurriendo en este siglo XXI violaciones infantiles en el cercano entorno familiar ante la mirada incrédula y pasiva de los adultos? Si, sí, Carlos Cerdán lo ha relatado con esa maestría suya en diálogos indirectos y directos, y ¡vaya sabor a hiel que te ha dejado en la boca!
“¿Por qué no me protegiste?, ¿Por qué me culpaste a mí y no a él?, ¿Qué culpa tuve yo? ¿Por qué…? La entrada de Marisa interrumpió la cascada de preguntas. Laura se limpió discreta el lagrimal y trató de dibujar una leve sonrisa sin conseguirlo.”
Y Juan Santos, qué dices del cuento de Juan si estás escribiendo y temes acostarte y que esta noche te amortajen unas sábanas de raso iraní. Quizá no sea tan descabellada esa idea de matar amantes que no dejan de ser personajes planos que se cruzan en tu camino. Ser una mantis religiosa, ese calificativo tan pasional te desquitaría de la dichosa Semana Santa.
“Al día siguiente, probé con otro. A éste lo eché a la otra cama, nada más terminar el acto. De esta manera, yo lo pasaba bien y no tenía malos sueños. Conquisté a cinco hombres más y con todos salió bien la prueba, lo extraño es que ninguno quiso estar más de dos noches conmigo”.
¿Y si te pones a bailar igual que el protagonista del relato de Ernesto Ortega en este presente que gira en la peonza de lo que ha sido y lo que pudo ser? Sin que te des cuenta el hámster caerá exhausto y, ya habrás llegado al futuro en unas pocas líneas que no te atreverás ni a contar.
“Y entonces aparece una enfermera de sonrisa elegante y pelo recogido para llamar al siguiente paciente. La garganta se te seca y el corazón se acelera como si estuvieses esprintando en una larga recta y la sangre que corre por tu cuerpo se embala hasta alcanzar las ciento ochenta pulsaciones por minuto, pero esta vez tampoco eres tú el elegido”.
Y ves, la crónica, como la vida, se ha acabado ante tu incredulidad.
¡Qué maravillosa crónica! ¡ Qué manera de escribir y de describir! Fantástica Lourdes.
Lourdes es Lourdes hasta en las crónicas. Gracias compañera.
Qué maestría escribiendo, Lourdes!!! Qué belleza, qué ritmo, qué evocadora crónica!!!
👏🏼👏🏼😂
Una crónica de orfebrería literaria, cómo todo lo que escribes. Un regalo para los sentidos .
GRACIAS LOURDES.
Qué buen relato has elaborado basándote en la crónica de una clase, aunque el pobre hámster haya quedado exhausto. Enhorabuena, Lourdes
Ay, esta Lourdes… Cada día me conmueve más que la sabiduría y el arte estén casi escondidos en estos frascos sencillos. Una gota del mejor perfume. Qué fragilidad y cuánta fuerza.
Gracias, Lourdes, por dignificar mi relato.
Poco queda que añadir, un placer leer la crónica.