Por: Luis Marín
Creedme, el que se arriesga a perder una tarde de jueves primaduroverales, está muy cerca de la locura y completamente inmerso en el arrepentimiento.
Hoy nos hemos ido hasta Segovia, a caballo y protegidos de criados, atravesando la sierra de Guadarrama con un tiempo realmente intempestivo propio de los meses invernales. ¡Una locura! Todo por acompañar a nuestro admirado Manuel Pozo a recoger el merecido primer premio cosechado en la decimosegunda edición del Certamen de Relato Corto Biblioteca de Ciencia y Artillería. Nos ha llevado a la “Librería de los condes de Mansilla” con un trabajo de ambientación bien documentada que nos ha hecho admirar nuestro atuendo ante un espejo. Un relato así requiere de un estudio documental exhaustivo y una imaginación proverbial para conseguir que la historia de los condes de Mansilla se escriba por sí misma en renglones nada torcidos. Le hemos abrazado encantados y queremos compartir su felicidad… y una cerveza en cuanto nos sea posible.
“El funcionario real se mostraba impresionado por la cantidad y la calidad de los libros de aquella sala. Había llegado hasta Segovia atraído por la fama de la colección de los condes de Mansilla, pero pocas veces en su vida, quizás una o dos, había tenido ocasión de contemplar una colección de tal calidad y tamaño con sus propios ojos. La belleza y la importancia de aquellos libros era muy superior a lo que se había imaginado”.
En breve podréis disfrutar en este blog del texto completo, del que este extracto no es más que una insignificante muestra. Sería una locura imperdonable perdérselo.
Hemos abandonado Segovia en el AVE para llegar sin pérdida de tiempo al barrio por el que se mueve nuestro fisioterapeuta de la “Revancha de las tuercas” creado por Pablo Frías. Pasar del sosiego de principios del siglo XIX al Madrid del siglo XXI, es una aventura agotadora que cualquiera podría catalogar de locura. Y más, seguir al personaje por su tiempo que está en una dimensión que a veces somos incapaces de alcanzar. Muchos ya no recordamos días tan frenéticos, así que nos movemos, con la lengua fuera, detrás de nuestro ya amigo en una tarde llena de emociones y sorpresas. Qué casualidad descubrir desde el autobús a esa mujer que
“Podría empezar a decir que era preciosa, no con la belleza despampanante de una modelo eslava, sino con la fragilidad incorpórea de una voluta de humo”.
Sus amigos y sus intrigas familiares nos dejan con las ganas de seguir avanzando en las aventuras del personaje que empezamos a vislumbrar que van a ser, al menos, agotadoras.
No sabíamos muy bien dónde, pero necesitábamos descansar de tan trepidante comienzo. Tan solo unas cuantas respiraciones profundas, y quizá un pestañeo prolongado, nos transportaron a una casa llena de objetos que “Son como actores secundarios. Silenciosos, musitan entre ellos; quizá rememoran el ruido y el brillo de cuando pertenecieron a alguien. Ahora son solo cosas de desguace. Acaso figurantes anclados en tierra de nadie. Sus músculos están rígidos en una gravedad severa, por el letargo de inacción”
Hemos compartido unos minutos con los personajes que en algún momento ocuparon o utilizaron esos objetos que Dolores Gil, en clave lírica, nos ha traído a la tertulia. A través de los objetos “ungidos por una pátina de olvido y soledad” hemos imaginado a las personas que vivieron con ellas a lo largo del tiempo. ¡Qué locura!
La soledad en una ciudad, a veces inhóspita, acompañado tan sólo de un parchís, un grillo y la vara del aro de la infancia, la decepción del amigo que le atrajo a una humilde pensión de la calle de Cedaceros y que aún no ha cumplido la promesa de ir a saludarlo, nos encojen el corazón. Hay que estar en unos niveles moderados de locura para colgar un grillo en un patio interior en un día de verano. Pues nosotros tenemos ese loco de Juan Santos que con su “Supervivencia” nos ha dejado al fin un poco parados en la meditación.
“¿A quién se le ocurre poner un grillo en la ventana?”, clamó “Señora, en las normas de comportamiento, no dice nada sobre los grillos»
Y todo esto narrado, quizá, a través de un personaje colectivo. ¡De locos!
Y lo peor es que al psicoanalista lo hemos dejado para la semana que viene.
Jo,Qué buena crónica Luis. Muchas gracias. Me toca la semana que viene, no se si ponerme malo.
Otra crónica para enmarcar. Enhorabuena Luis por reflejar con tan buena prosa otra magnífica tarde del taller.
Pues yo ya tengo pedida hora para el psicoanalista a las siete de la tarde. Muy buena crónica, Luis.
Una crónica de locos, como no podía ser menos. ¡Bendita locura la tuya, Luis!
Paco mejor pide cita con el psicoanalista que la semana que viene nos visitará y cuéntale que eres el pastor de asteroides a ver por dónde nos sale
Magnífica crónica Luís qué corta se hace
Gracias, Luis, por tu crónica. Mi locura consistía en hacer un relato con tres símbolos.
Perfecta Luis. Estas crónicas están creciendo de tal manera que los siguientes en la lista de Carlos deberían de ponerse a afilar sus lápices con polvo de estrellas. Si no tenéis, pedirle a Paco.
Enhorabuena y gracias Luis.
Muy bien Luis y gracias a estos escritores de élite que tenemos. La crónica de locura total está mas cuerda de lo que parece.
Gracias a todos por hacer que las clases virtuales tengan semejante viveza, calidez, humor, calidad… Y estas crónicas… Aquí se ve y cómo se ve. Gracias, Luis.