Las Troyanas de Eurípides

Por Nieves Sevilla Nohales

Ha terminado la guerra. Los griegos han vencido a los troyanos y han despojado a Troya de todas sus riquezas. “Qué cantidad de oro y de expolios troyanos los griegos transportan a sus naves”. Son palabras de Poseidón que construyó con Apolo la ciudadela de Troya.

Las mujeres son botín de guerra y a las troyanas principales se las reparten los jefes griegos. Ellas esperan confinadas en una tienda. Hécuba, la reina de Troya, esposa de Príamo, madre de muchos hijos, entre ellos Héctor, el héroe troyano, Paris, el raptor de Helena o Casandra, la adivina, se lamenta por el destino de las mujeres, por las muertes de su esposo e hijos y por la destrucción de Troya. Otra hija, Políxena, ya ha sido sacrificada en la tumba de Aquiles, pero Hécuba no lo sabe.

Taltibio, mensajero de los griegos, informa a las troyanas del sorteo. El destino de Casandra es el lecho de Agamenón, jefe supremo de los griegos. ¡Ella que ha hecho voto perpetuo de castidad! Hécuba va a ser esclava de Ulises, rey de Ítaca. Un regalo para Penélope. Andrómaca, esposa de Héctor, ha sido elegida por Neoptólemo, hijo de Aquiles, el héroe griego. Antes de partir despeñarán a su hijo, Astianacte, en el que los griegos ven un peligro, por su selecta estirpe, y temen que en el futuro pueda reunir un ejército contra Grecia. Helena regresará a Esparta con su esposo Menelao.

La obra es corta e intensa, de una fuerza estremecedora. Narra los horrores de la guerra, la fugacidad de la victoria y el despiadado destino de las mujeres.

Las Troyanas es un hito del antibelicismo, de la inutilidad de la guerra. Una de las cosas más interesantes de la obra es ver que la gloria del vencedor es cuestionable y efímera. El retorno de las naves a Grecia será largo y terrible y la causa por la que declaran la guerra a Troya, el rapto de Helena por Paris, poco digna. Así la califica Casandra cuando expone las diferencias de las motivaciones por las que han luchado los troyanos en contraposición con las de los griegos.

También Herodoto opinó que los griegos no se comportaron como sabios: “Por una mujer de Esparta juntaron una gran expedición y después, llegados a Asia, abatieron la potencia de Príamo”.

Me ha recordado la Guerra de Irak. La falsedad de los motivos. Las muertes, las torturas. Los iraquíes, como los troyanos, tuvieron un motivo digno porque fueron invadidos. Los invasores perdieron muchas vidas lejos de su patria. Vidas de soldados. Los que organizaron el plan y sus allegados se quedaron en sus despachos tranquilamente y no murió ninguno de ellos. Desde luego, no alcanzaron la gloria y cuando se descubrieron los abusos de Abu Ghraib… Vergüenza.

 

Nieves Sevilla Nohales es autora de las novelas La noche de los jacintos blancos, y La caja de ébano. Ha publicado un libro infantil, La ballena colorada, ilustrado por Elena Fernández Ruiz. Con el relato Ngueva fue finalista en el Primer Concurso Emigración, Inmigración e Interculturalidad. Es coautora de los libros de relatos Cuéntame un gol, cuentos de fútbol y Magerit, relatos de una ciudad futura, (ambos publicados con la editorial Verbum)

Por PDV

9 comentarios en «Las Troyanas, de Eurípides»
  1. Cuando la guerra la cuentan los vencedores suena a epopeya, si la pudieran escribir los perdedores sería una tragedia, pero los inocentes que la sufren en sus carnes, a veces, no la saben ni escribir. Gracias Nieves

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