Por Paco Plaza

Últimamente estamos siendo muy remisos en el cumplimiento de nuestros deberes y se ve qué Pura tendría que espolearnos más aún, llegando, si es preciso, al castigo físico; de este incumplimiento se libran unos pocos, estando a la cabeza del grupo cumplidor Carlos Cerdán.

Sin embargo, hay ocasiones en las que tampoco tiene tanta importancia el llevar “las planas” al dedillo y hubimos de agradecer a Susana que contribuyera al taller con su relato “Mala Madre”, aunque se saltara algún que otro hito. El cuento de Susana, tremendamente duro y realista, nos presenta el diálogo entre dos amigas, madres ambas con hijos problemáticos y maridos ausentes o semi-ausentes; una estampa que, en nuestros días, es fácil ver de cerca en el caso de una vecina, una amiga o en el seno de nuestra propia familia; desgraciadamente son muy habituales los casos de anorexia o aislamiento en adolescentes. La prueba de que el relato de Susana es excelente es que suscitó una animada discusión con participación de todos; allí se habló de la diferente forma de afrontar los problemas de los hijos por parte de las madres y los padres, del sentimiento de culpa, de que no se debe generalizar cuando se presentan conflictos por comportamientos machistas,…, muy entretenido todo y estimulante. Aquí tenemos una muestra del muy recomendable relato de Susana:

… En cuanto el pequeño comenzó a dar problemas, su marido empezó a pasar más tiempo fuera de casa. No soportaba la tensión que había, se justificaba. Necesitaba paz y se ahogaba en el ambiente familiar, le decía. Ella no, por lo visto. Ella podía con todo. La grieta en su matrimonio se agrandaba día tras día. 

—Qué habilidad tienen los hombres a veces para lavarse las manos. Se alejan del dolor con una facilidad pasmosa… —reflexionó Marisa en voz alta.

Gema le dio la razón. Parirás con dolor… le recordó. 

—La enfermedad se ha cargado mi matrimonio y mi relación con mi hija —dijo Gema con voz trémula—. Y todavía me pregunto qué podría haber hecho para no haberlo perdido todo.

Marisa le tomó la mano. Le recordó que le había salvado la vida a su hija.

—¿Sabes lo peor de todo? —le dijo Gema con amargura—. Veo a mi hija ahora y no la reconozco. No sé quién es.  Y no me gusta la persona en la que se ha convertido. No me gusta cómo habla, no me gusta lo que dice, no me gusta cómo piensa, no me gusta cómo me trata. No puedo evitarlo. Ahora quiere irse con su padre, que no ha hecho nada por ella, mientras yo soy la mala, la que la vigilaba día y noche, la que la obligaba a comer, la que controlaba todo lo que hacía como una carcelera y una torturadora porque no quedaba otra… Y ahora que ella está mejor, la que está jodida soy yo. Y te juro que busco dentro de mí algún resto de amor. Pero solo siento rencor… Y me siento una mierda.

Mujeres-hablando-mientras-toman-café

Carlos Cerdán nos trajo un relato, fuera de carta, titulado “La charla con papá”; dando muestras de lo prolífico que está siendo últimamente y avergonzándonos a más de uno. Una escena familiar de unos padres ya mayores y un hijo cuarentón que, envuelto en el aroma de “croquetas y arroz de mamá” retorna al comportamiento inconsciente de la infancia. Un cuento con los diálogos frescos y naturales a los que nos tiene acostumbrados Carlos y en el asistimos a la perplejidad del hijo ante el cambio de presencia y actitud de su padre, ¿estará enamorado? Deliciosa historia que nos enseña que nunca es tarde para empezar de nuevo. Una pequeña muestra:

¡Joder, papá! ¿Has tenido audiencia con el Rey?, dije al abrazarlo. ¿Qué pasa, es que no puede uno arreglarse un poco? me preguntó mirando a mi madre. Si, claro, es que acostumbrado a verte con el chándal llama la atención. Por cierto, ¿qué has hecho con él? Pues  a ti no te vendría mal cuidarte un poco, vaya pinta que llevas, se limitó a decir tras mirarme con cierto desdén. Venga que se enfrían, nos apremió mi madre al poner una fuente de croquetas en la mesa. Mi padre se fue al baño. “Lo ves”, expresó sin necesidad de hablar. Yo, guardé silencio, el aroma y la visión de las croquetas nublaban mi razón.

Ya que estás aquí tomaremos un buen vino, apareció mi padre con una botella mostrándomela como algo especial. Es un ribera de Duero, dijo y tras abrirla se llevó el corcho a la nariz. ¡Ah, que buqué!, exclamó con afectación. Hube de contener la risa y de reojo vi que mamá hacía una mueca burlona.

Luis nos leyó su relato “La tormenta blanca” que era la revisión del cuento “La tormenta Filomena”. Luis nos demostró que está atento a los consejos de Pura y a los comentarios de los miembros del taller e hizo los cambios precisos para que su historia fuera más coherente y rotunda, consiguiendo una apreciable mejora. La historia nos habla de la triste realidad que llevó a los infiernos de la droga a tantos jóvenes en los ochenta. La mejoría en el cuento de Luis es una prueba de que, en línea con las tareas de este curso en las que Pura nos propone coger personajes de los cuentos de otros autores, los relatos mejoran cuando no nos empeñamos en mantener la coherencia total con el cuento original del que parte el personaje principal. Una muestra de la prosa de Luis:

El último día de instituto, en el que Diego celebraba sus dieciocho años, Juanito tocó el claxon para llamar la atención de sus amigos sentados en un banco de la plaza. Diego y el Queco se metieron en el coche. ¿De dónde has sacado este buga? preguntó el Queco mientras sacaba el papel de plata y el librito de papel de fumar. Juanito le ordenó que guardara eso, hoy vamos a tener una nueva experiencia les dijo. Diego, como de costumbre, guardaba silencio y permanecía a la expectativa. Se sentían mayores. Juanito había empezado a trabajar en el taller mecánico de su padre. Se consideraba el centro del universo conduciendo los coches de los clientes hasta el taller y una vez reparados, a sus domicilios. Metió la mano en la guantera del BMW y sacó una bolsita de polvo blanco que mostró a sus amigos. Los ojos del Queco se agrandaron como los de un sapo. Diego preguntó que cómo se fumaba aquello. La carcajada de Juanito quedó amortiguada por el ruido del tubo de escape y el chirrido de la ruedas al arrancar que les impidió oír que era caballo.

Por último Pura nos mandó alguna reflexión de escritores consagrados por si acaso quedaba demasiado “hueco” en la sesión dada la falta de trabajos presentados, pero como la discusión suscitada por el relato de Susana fue larga e intensa tampoco quedó tanto hueco. De todas formas no puedo resistirme a poner esta cita:

Rosa Luxemburgo«Quien no se mueve, no escucha el ruido de sus cadenas».

– Rosa Luxemburgo

Y con esto dimos por terminada la sesión, que se nos pasó volando y con ganas de volver a la próxima.

Por PDV

4 comentarios en «Las malas madres… y los malos padres.»
  1. Estupenda fotografía de otra intensa tarde literaria. Y estoy de acuerdo contigo, la falta de cantidad contrarrestada por la mucha calidad.
    GRACIAS PACO.

  2. Interesante tarde como refleja la crónica. Y que demuestra que la tarde de los jueves no son una tarde cualquiera. Bien por Paco.

  3. Así que estoy siendo poco expeditiva últimamente…
    Pues quiero ejercicio para este jueves de Paco, Vicente, José Miguel, Ernesto y Jose. Ah y de Manuel. Queda dicho aquí, bien a la vista.

    La polémica estuvo servida con el cuento de Susana… Una hora de debate con emoción, saltaron algunas lágrimas incluso. Y gracias a Carlos, siempre aportando su trabajo, y a Luis que cada día corrige mejor. Un gusto de tarde siempre.

  4. Gracias por la crónica. Desde luego fue una tarde muy animada!! Siempre se aprende mucho con el intercambio de opiniones y reflexiones😊

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