Por Manuel Pozo Gómez
Estamos en Navidades y no me digas, lector, que a ti no te pasa lo que nos pasa a la gran mayoría de los mortales. Ayer fui al médico a controlarme la tensión y el peso y he engordado un 1,600 Kg. De la tensión mejor ni hablamos. El médico me ha recomendado que adelgace, pero qué quieres que te diga, que no me lo he tomado muy en serio, de hecho vengo de darle un tiento al roscón de reyes relleno de nata que he comprado esta mañana y que está para chuparse los dedos. Y es que las Navidades son así, pasas al lado de la fuente con los dulces y cae un trocito de turrón, un poquito más tarde un bombón de los que están tan bien envueltos en su papel de colores y llevan un rato mirándote, más tarde te llama un amigo por teléfono y te tomas con él un par de cañas con su tapita correspondiente, y si no te llama pues te las ingenias para tomarte en casa una copita de vino dulce con sus almendritas o sus galletitas. Vamos, que entre polvorones, copitas de champán, dulces y el roscón de Reyes final, las Navidades están llenas de delicatessen y no será el menda con la edad que tiene el que renuncie a ellas. Pues así, imitando esta manera de afrontar las Navidades, me he tomado el libro de Ernesto Ortega Los defectos de la Anestesia. Hace poco, en la página que tenemos en el blog para dar a conocer nuestros libros, lo recomendé sin haberlo leído. Ahora lo recomiendo con conocimiento de causa. Se trata de un libro de micorrelatos, y cada relato es un bocadito divino, una delicatesen que no se debe dejar pasar. Lo tenía en la mesita de noche y cada noche saboreaba tres o cuatro microrrelatos de Ernesto, porque no es un libro para leerlo del tirón, sino que es un libro para degustarlo a ratitos, no sea que se vaya a empachar uno con tanto dulce y tanta cosa sabrosa. Que pasaba por el salón y lo veía encima de la mesa, pues hacía un alto en el sofá y me leía (y releía) otro par de microrrelatos mientras me tomaba una frutita de Aragón, pongamos por caso, y no conseguía distinguir qué me producía más placer, si la delicia de chocolate o la historia comprimida que me contaba Ernesto Ortega con sus palabras sensatas, bellas, justas, que es capaz de seleccionar entre millones con la precisión de un cirujano (o de un cocinero de alta escuela).
Ernesto Ortega, autor de Los defectos de la anestesia
El libro tiene seis apartados que Ernesto cataloga como Estado de confusión general, Desinhibiciones y trastornos mentales, Ensoñaciones, A corazón abierto (especialmente recomendado para enamorados), Despertares (recomendado para los que quieran llevarse un sobresalto final) y Postoperatorio, en forma de píldoras finales. Cada relato tiene su momento y todos son independientes entre sí. No te puedo aconsejar ni que los leas de forma correlativa ni que saltes de uno a otro siguiendo un orden establecido; te aconsejo que los comas de la manera que mejor te venga: seguidos, de dos en dos, un caprichito para amantes, un paseo por las ensoñaciones… para desayunar, para antes de acostarte. Un dulce es un dulce siempre, a cualquier hora… Y a nadie le amarga un dulce. Lo que si te recomiendo es que no lo dejes pasar. Son Reyes: regálatelo, porque Los defectos de la anestesia es una maravilla al alcance de cualquiera que tenga el paladar fino y quiera degustar las historias más sabrosas.
Manuel Pozo Gómez es autor del libro de relatos Violeta sabe a café, (Premium editorial) y coautor, entre otros, de los libros Madrid Sky, (Uno Editorial); Cuéntame un gol, cuentos de fútbol (Verbum editorial) y Magerit. Relatos de una ciudad futura (Verbum editorial), y RRetratos HHumanos (editorial Kolima). Recientemente ha publicado su último libro, RRetos HHumanos, con la editorial Kolima.
Te compro la propuesta, Manuel. Intentaré hacerme con este micro menú anestesiante de Ernesto. GRACIAS.
¡Buenísimo! Y no empalaga.
Muy bien traída la degustación de esos dulces navideños Manuel, a la vez que nos dejas la reseña de los relatos de Ernesto como caprichitos sabrosos.
Gracias, Manuel. Se me hace la boca agua… ¡Habrá que degustarlos!