Por: José Sainz de la Maza

La sesión de ayer, efectivamente, empezó fría porque la tarde estaba borrascosa y porque la presencia de la nieve y el hielo como elementos narrativos hicieron su aparición, y de qué manera, en los dos primeros relatos, firmados por Lourdes Chorro y Luis Fernando Jiménez, a quien todos conocemos por Fer.

El estilo de Lourdes… qué más se puede decir del estilo de Lourdes. Es muy lírico y con uso frecuente de la metáfora y el símbolo, aunque lejos de quedarse en lo puramente formal, sus cuentos son de contenido intenso y profundo. Las zapatillas, su relato de ayer, se ajusta perfectamente al modelo. Las zapatillas son un símbolo, igual que su color rojo y la nieve que colma el relato por completo, como también lo son la buhardilla donde vive el protagonista y tantos otros elementos que permanecen más o menos ocultos entre sus renglones. A Lourdes siempre le agradecemos (ayer también) el tono de sus relatos, su carga emotiva y su belleza, pero a veces (ayer también) nos pesa a los lectores no llegar a apurar cada gota de su literatura, porque enredado entre su despliegue simbólico a veces se nos despista el hilo de la historia y nos cuesta llegar al fondo de sus relatos.

Todavía destemplados, Luis Fernando Jiménez (Fer), empleando la técnica de los vasos comunicantes, nos ofreció Cenas frías, cuyo título ya nos avisa de que el tiempo desapacible no nos iba a dar tregua. El oscuro personaje que ya apareciera en otros cuentos, ese inquietante maquillador de cadáveres de mujer, presunto amante de las muertas, es recuperado en esta ocasión en un ambiente helador que también ha aparecido en otros trabajos. Fer da nueva vida (o nueva muerte) a estos personajes, los observa desde otros ángulos y rellena huecos hasta completar un texto donde quedan perfilados con mayor detalle. Con respecto a la técnica de los vasos comunicantes, Pura propuso reestructurar los elementos empleados por Fer, recolocándolos en el texto, y el resultado nos demostró que si se contextualizan las escenas y mantenemos el ritmo de la alternancia de las secuencias que se comunican, el resultado mejora en todos sus aspectos.

Con Carlos Cerdán y su Fauna nos dio la impresión de que abandonábamos los fríos intensos. Aunque el texto comenzaba con una intempestiva conversación telefónica entre una madre y un hijo resacoso, el relato derivó posteriormente hacia una extraña sensación que se apodera del hijo. Con la palabra ‘lagartona’ en la cabeza, una de las muchas que escuchó minutos antes a su madre, el protagonista pasea por la ciudad y ve a sus convecinos como trasuntos de animales. Se cruza, por ejemplo, con avestruces, ardillas, topos e incluso con rinocerontes. La premura que confesó Carlos a la hora de componer este texto le restó valores que sin duda hubiera tenido de haberle dedicado más tiempo. La originalidad del argumento, el tono empleado, el magnífico ritmo, la agilidad de las conversaciones y de las ambientaciones quedaron algo mermadas, por adolecer el relato de cierta inconexión y por carecer del remate final que pedía el texto.

Incomprensiblemente (o no tanto) volvió el frío con el relato Cosas que guardamos en el frigo, de Ernesto Ortega. Es este un cuento muy ágil, en el que el ritmo y el tiempo están tratados con excelente precisión, manteniendo al mismo tiempo un tono distendido e incluso cómico, que le permite presentarnos con simpatía un hecho ciertamente terrible. Los frigoríficos son el más fiel espejo de cada uno de nosotros y una mujer de la subespecie ‘Amantis religiosa’ observa los de sus potenciales amantes para catalogarlos y, en definitiva, para determinar si procede dejarlos con vida o si por el contrario los aspirantes a conquistadores merecen convertirse en picadillo. Los criterios de dicha catalogación son muy divertidos igual que el destino de los más desafortunados, como el propio protagonista, Manuel, llamado a constituir el relleno de unas empanadillas que la siniestra protagonista nos presenta como un plato delicioso, perfeccionado en su familia de generación en generación (por vía mitocondrial, conviene precisar)

Y nada más. Después de esto volvimos a la calidez de nuestros hogares abriendo nuestros frigoríficos con mucha precaución antes de prepararnos la cena.

Por PDV

9 comentarios en «La tarde que vino con frío y acabó refrigerada»
  1. Muchas gracias, Jose, por tus generosas palabras, pero ayer entre tanta nieve me perdí en el tiempo y el espacio.
    ¡Menos mal que había dejado hecho empanadas de cena…!

  2. Me está sucediendo con las tardes de literatura como me pasa con los viajes. Disfruto en la preparación, disfruto durante el viaje y disfruto al volver viendo las fotos, recordando lo vivido etc. Gracias, Jose por esta excelente crónica.

  3. Espléndida crónica, cómo todo lo que pasa por tu pluma. Además tu certero criterio siempre resulta muy didáctico. Eso por no hablar de tu generosidad.
    ENHORABUENA Y GRACIAS JOSE.

  4. Gracias por otra magnífica crónica y a los compañeros por otra gran tarde literaria. Aunque nadie ha confesado el escalofrío que sintió al recorrer mentalmente el contenido de su propio frigorífico mientras Ernesto nos leía su relato…

  5. Tenemos suerte de compartir las tardes de los jueves. Ya se ve en la crónica de Jose, como en tantas otras, que la literatura, más que una afición, es una una forma de ser en la vida. Gracias otro día más por estas ahí y aquí.

  6. He querido ver el vídeo antes de leer la crónica pero esta es una de esas veces en que tal precaución hubiera sido perfectamente prescindible dado el rigor y la minuciosidad de José. Deliciosa crónica, José, un placer para los sentidos.

  7. El frio se quedó afuera, dentro del taller el ambiente era cálido, acogedor. Gracias por tan estupenda y didáctita crónica, Jose,

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