Por: Vicente Moreno

Llevamos varios días cubiertos por oscuros nubarrones en Madrid, el ambiente está desapacible y se nota que hay menos gente paseando por las calles que los primeros días en los que el sol acompañaba las primeras salidas permitidas durante el confinamiento.

Este entorno triste se refleja también en algunos de los diarios que leímos ayer en la sesión telemática del taller de literatura. Soledad, desasosiego, inquietud son algunas de las sensaciones que transmiten los escritos de nuestros compañeros.

Empezó Olga Torralba con una descripción hogareña de la tarea diaria con sus hijos y dos mascotas, la limpieza de la casa, los deberes. Son rutinas habituales pero que, con la carga añadida de estar confinados en casa de manera forzosa, pueden crear tensiones que nuestra compañera parece tener controladas que para eso es psicóloga habituada a tratar con gente encerrada.

Blanquejos«Si le digo a Fabio que limpie los azulejos del baño, viene preguntándome que por qué se llaman azulejos si son blancos, que él los va a llamar “blanquejos” y se pone a jugar con la cabeza de un dragón de goma que se pega en los blanquejos.  Si le digo a Mara que prepare la merienda de ambos le da por hacer tortitas y lía una de tres pares»

Esta curiosidad infantil de Fabio, y su búsqueda de una respuesta lógica se convierte en una escena entrañable en el contexto de la situación tan fuera de toda lógica que estamos viviendo.

Lourdes Chorro nos presentó su particular visión de esta época de desconcierto, en la que los sentimientos fluctúan de un momento para otro, apabullados por noticias de enfermos, muertos y futuros inciertos. En esta situación la lógica de Fabio tiene poco que hacer.

«Me recrimino: “¿qué estás diciendo? ¡Cómo se te ocurre pensar eso!”. ¿Cómo va a estar fuera la memoria? Entonces, ¿qué tienes aquí dentro? Pues lo inmediato. Este pequeño fragmento que mientras escribes vives. ¿No sientes la madera del lápiz entre tus dedos? ¿En esas frases que tachas y luego vuelves a repetir cayendo en la misma trampa en que caes en la vida? ¿Acaso en cada desvelo no observas dar vueltas al microondas esperando que Lourdescaliente la leche para tomarte la pastilla que te induce al sueño? ¿No escuchas las ondas clandestinas en la cocina del vecino cuando también cae en la emboscada del insomnio? Y ya, en la deriva de ese sueño narcotizado, ¿no te ves corriendo por la calle, desnuda en busca de esa otra casa que creías tuya antes del confinamiento? Y cuando llegas se ha convertido en un palacio de hielo. Despierta, te espera esa mirada de pez que es el mar de tus días aunque a oscuras cada noche creas perderlo. Deja de enredarte en ese invento que es el recuerdo de otro tiempo. Huele el láudano de tu camisón al despegarlo del cuerpo. Es la hora del despertador, esa hora punta que separa las noches de los días. Mira, escucha lo que te dice: “no busques una explicación a lo que sientes”. “Yo siempre te creo, llámalo fe o plasma de convaleciente»

El diario que envía Juanjo Valle-Inclán refleja un sueño en el que varios personajes, de diferentes edades, establecen una especie de competición sobre quién ha sufrido más en la vida. Pero el dolor y el sufrimiento son subjetivos, así que ¿Quién gana en esta competición? En el futuro Fabio aprenderá que en este tipo de debates no hay un ganador, el único que no pierde es el que no compite.

«Creía estar despertándome cuando aparece en escena una niña que está sentada en una esquina y que no presta atención a lo que los demás dicen. Veo como deja de jugar con su móvil y se queda mirando fijamente a las otras cuatro personas. Ocho años, estimo. Sus movimientos son inocentes, pero seguros. ¿Por qué os peleáis? ¿Es porque llevamos encerrados juntos tanto tiempo por culpa de un bichito que no podemos ver?»

Por último, Luis Jiménez nos propuso una historia de soledad protagonizada por una mujer. Para ella el único momento del día que importa es ese instante durante los aplausos de las ocho de la tarde en la que se produce esa conexión íntima con alguien que se asoma para aplaudir. No sabemos si es una historia de amor o de obsesión. Esperamos que Fabio aprenda a diferenciarlo porque muchas veces no es fácil y menos si se aplica la lógica.

Soledad«Cuando sentí su mirada, sentí su voz, en la distancia sentí su tacto, y su caricia. Las ocho es la hora, solo miro, ya no aplaudo, no puedo. Solo espero, espero a que se asome y eso es todo, todo hasta mañana. Mañana es el día, no me lo dijo, no lo pregunté, pero es el día. Otra tarde frente a su puerta, frente a su vida, la mía. Es su mirada, es su tacto, su mano y, su… ¿voz?

– ¿Cómo te llamas?
– ¿Y tú?
– Yo. Soledad»

 

Para terminar un poema de Rodrigo Caro, poeta andaluz del Siglo de Oro:

Canción a las ruinas de Itálica

Fabio, si tú no lloras, pon atenta

la vista en luengas calles destruidas;

mira mármoles y arcos destrozados,

mira estatuas soberbias que violenta

Némesis derribó, yacer tendidas,

y ya en alto silencio sepultados

sus dueños celebrados.

Así a Troya figuro,

así a su antiguo muro,

y a ti, Roma, a quien queda el nombre apenas,

¡oh patria de los dioses y los reyes!

Y a ti, a quien no valieron justas leyes,

fábrica de Minerva, sabía Atenas,

emulación ayer de las edades,

hoy cenizas, hoy vastas soledades,

que no os respetó el hado, no la muerte,

¡ay!, ni por sabia a ti, ni a ti por fuerte.

 

Vicente Moreno.

 

Por PDV

10 comentarios en «La lógica de Fabio»
  1. Muy bien hilada la tarde de taller, con esa lógica infantil, de las más lógicas por supuesto.
    Muchas gracias Vicente. Se lo haré saber a mi «personajillo» pero no espero muchas palabras. Además de su lógica, su estilo es hablar lo estrictamente necesario, tirando a la «escuetez».

  2. Los ojos de los niños, su mirada, su forma de ver las cosas. ¡Cuánto que aprender de ellos ! Gracias por tu crónica tan completa, Vicente, que aunque no pude estar ayer con vosotros, me revela claramente lo comentado por vosotros.

  3. Es una suerte que las clases telemáticas funcionen. Nunca se sabe cómo van resultar estas «nuevas normalidades». De momento los jueves nos siguen ofreciendo esas dos horas en nuestra burbuja, ya sea esta racional, lírica, caótica, loca, emocional, lógica, humorística… Qué divino paréntesis.

  4. Esta crónica une la lógica de Fabio y la de Vicente o ¿puede que sea la misma? Gracias, Vicente y gracias por esas tardes que tan bien ha descrito Pura

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *