Por Manuel Pozo Gómez
La camarera que me escupía en los chupitos de whisky es un título sensacional para un libro. Sensacional, provocador y sugerente, quizás un tanto repulsivo. Tan provocador y sugerente, tan repulsivo como el título, es la portada. No deja indiferente a nadie. Los relatos del libro tampoco. Su autor, Jesús Tíscar Jandra, mucho menos. Jesús Tíscar dice que no le gusta la gente, que es arisco, se lo he leído en alguna entrevista, pero también dice que le gustan los bares, y eso dice mucho en su favor (que a una persona le gusten los bares siempre dice mucho en su favor).
La camarera que me escupía en los chupitos de whisky –y otros relatos pellejos-, es un libro de dieciséis relatos, la mayoría de ellos premiados en certámenes literarios. Tíscar emplea un lenguaje soez, barriobajero, agresivo, así que si el lector se acerca en plan melindre a sus relatos está perdido. Es mejor acercarse a ellos sin prejuicios, quizás recordando al Bukowski más puro, más auténtico. Bukowski recibió tantas críticas negativas como positivas, se le acusó de soez, pero se valoró su autenticidad. Con Jesús Tíscar, con La camarera que me escupía en los chupitos de whisky pasará igual. O te impacta de lleno y lo dejas como libro de cabecera (yo voy a releerlo en este confinamiento), o lo cierras sin miramiento en las primeras páginas.
Animo al lector a dar un voto de confianza a los relatos de este libro. En mi caso empecé a leer, observé como las historias comenzaban a desarrollarse, me dejé envolver por ellas y me convencí de que todo el lenguaje sucio y malencarado de Tíscar encajaba y era necesario para cerrar armónicamente sus cuentos. Y me encantó.
Pero además de su lenguaje culto y soez, amplio y rico, de sus estructuras muy bien construidas, los relatos de La camarera que me escupía en los chupitos de whisky tienen en los personajes uno de los mayores atractivos. Son personajes atormentados, que han tocado fondo, que se mueven en el barro de la vida entre la droga y el alcohol, que viven historias de amor desesperadas, imposibles, fantasiosas. A lo largo de los dieciséis cuentos se nos van presentando personajes vengativos, humillados, hundidos, desesperados… hasta que llegamos al último relato, que da título al libro, en el que Jesús Tíscar nos hace subirnos a un tobogán de sensaciones, a un relato de suspense, a una persecución, a una caída al abismo, que culmina de una manera sencillamente magistral.
La camarera que me escupía en los chupitos de whisky hará volar al lector, le hará reír, pensar, hacer muescas de asco. Es aquí más que en ningún otro relato donde se ve que a Jesús Tíscar le gustan los bares y que tiene mundo recorrido para llevarlo a sus relatos. Exhibe un dominio absoluto de la creación del personaje y de la definición de escenarios, y los recrea con tal precisión que, como lector, podemos pensar no solo que conocemos al personaje, sino que además somos sus amigos, y que estamos con él en un bar, en cualquiera de los bares a los que Tíscar nos lleva en un viaje surrealista y metafórico.
Jesús Tíscar Jandra ha ganado dos de los premios de novela más importantes de este país: el premio de novela negra «Ciudad de Getafe» con La japonesa calva (Edaf), y el premio de Novela «Felipe Trigo» con La Poetisa (Algaida). También ha publicado Memorias de un gusano y un libro con tres novelas cortas publicado por el Grupo Tierra Trivium, Yo, señor, no soy malo. En 2019 fue el tercer premio del VI certamen Madrid Sky con el relato Escena sobre la persistencia de las luces.
Ha ganado numerosos certámenes de relatos, y quince de sus relatos premiados están recogidos en el libro La camarera que me escupía en los chupitos de whisky (editorial Baraka Project). Recientemente ha publicado el libro de relatos Los pimientos y otros cuentos indigestos.