Por Manuel Pozo Gómez
Ray Bradbury escribió Farenheit 451 en el año 1953. La trama es conocida. El Gobierno tiene un cuerpo de bomberos que se encarga de quemar los libros y las casas en las que se encuentran los libros. Guy Montag, el protagonista, es un bombero que tras el encuentro con una joven de 17 años, vecina de su barrio, se plantea si al quemar libros está haciendo lo correcto.
Un día, tras quemar una casa en una intervención habitual, Montag se queda con uno de los libros. Lo lee junto a su mujer, que lejos de apoyarle, no comparte sus dudas. El capitán de bomberos de su unidad, el capitán Beatty, sospecha de Montag y le dedica un largo discurso sobre lo pernicioso que resultan los libros. Al final Montag ve como los bomberos queman su propia casa, denunciado por su mujer, y se ve obligado a huir. En la huida conoce a otro personaje clave del libro. Un viejo profesor de literatura llamado Faber.
Ray Bradbury escribió Farenheit 451 en el año 1953. Así comenzaba esta entrada. Resulta sorprendente, porque podría haber comenzado de la misma manera pero sustituyendo el año 1953 por el 2018. En 1953 ya se habían producido quemas de libros que posiblemente sirvieron de inspiración a Bradbury. Haciendo un rápido repaso de la historia nos encontramos la gran quema de libros y el asesinato de intelectuales en el Imperio Chino de Qin Shi Huan, el incendio de la biblioteca de Alejandría, la hoguera de las vanidades de Florencia, el auto de fe ordenado por el cardenal Cisneros en Granada tras la conquista de la ciudad y la más reciente quema de libros de 1933 en la Alemania nazi. Pero es que después de 1953, después de que Bradbury hubiera escrito el libro, se han producido quemas de libros en Argentina de la dictadura militar (1980), durante la Guerra de los Balcanes (destrucción de la Biblioteca de Sarajevo en 1992), en la Biblioteca Nacional de Bagdag tras la toma de la ciudad por el ejército de los Estados Unidos (2003) o en el incendio de la Biblioteca de las Ciencias de Egipto en los disturbios acontecidos en El Cairo en el año 2011.
¿Hemos avanzado algo desde 1953? ¿Somos sensibles a la importancia de los libros? ¿Ayuda eliminar asignaturas de humanidades de los programas de estudio? ¿No dedicamos demasiado tiempo a programas de entretenimiento vacíos, sin contenido? La mejor reseña que se puede hacer de Farenheit 451 es reproducir un par de párrafos. El primero se refiere al encuentro de Montag con el viejo profesor de literatura, Faber. El segundo son unas palabras del capitán de bomberos Beatty dirigidas a Montag, hablándole de la joven de 17 años aficionada a los libros que despierta la conciencia del protegonista… ah, y creo que conviene recordarlo, el libro no está escrito en 2018 después de ver un conocido programa de televisión.
Formaban una pareja rara y tranquila. El viejo confesó que era un profesor de Literatura, a quien habían echado a la calle hacía cuarenta años, cuando los últimos centros de humanidades tuvieron que cerrar a causa de los pocos alumnos y la falta de apoyo económico. Se llamaba Faber, y cuando se le pasó el miedo habló con voz cadenciosa, mirando al cielo y los árboles y el parque verde, y cuando pasó una hora le dijo algo a Montag, y Montag sintió que era un poema sin rimas. Y luego el viejo se animó todavía más, y dijo alguna otra cosa, y eso también se trataba de un poema. Faber apoyaba la mano en el bolsillo izquierdo de la chaqueta y recitaba en voz baja, y Montag supo que si estiraba la mano, le sacaría un libro de poemas de ese bolsillo. Pero no extendió la mano. Las manos le descansaban en las rodillas, entumecidas e inútiles.
Fragmento, Farenheit 451.
—Afortunadamente, los casos extremos como ella no aparecen a menudo. Sabemos cómo eliminarlos en embrión. No se puede construir una casa sin clavos en la madera. Si no quieres que un hombre se sienta políticamente desgraciado, no le enseñes dos aspectos de una misma cuestión, para preocuparle; enséñale sólo uno o, mejor aún, no le des ninguno. Haz que olvide que existe una cosa llamada guerra. Si el Gobierno es poco eficiente, excesivamente intelectual o aficionado a aumentar los impuestos, mejor es que sea todo eso que no que la gente se preocupe por ello. Tranquilidad, Montag. Dale a la gente concursos que puedan ganar recordando la letra de las canciones más populares, o los nombres de las capitales de Estado, o cuánto maíz produjo Iowa el año pasado. Atibórralos de datos no combustibles, lánzales encima tantos «hechos» que se sientan abrumados, pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces, tendrán la sensación de que piensan, tendrán la impresión de que se mueven sin moverse. Y serán felices, porque los hechos de esta naturaleza no cambian. No les des ninguna materia delicada como Filosofía o Sociología para que empiecen a atar cabos. Por ese camino se encuentra la melancolía.
Fragmento, Farenheit 451.
Manuel Pozo Gómez es miembro de la asociación Primaduroverales Grupo de Escritores. Es autor del libro de relatos Violeta sabe a café, (Premium editorial) y coautor, entre otros, de los libros Madrid Sky, (Uno Editorial); Cuéntame un gol, cuentos de fútbol (Verbum editorial) y Mar de relatos (Editorial ECU). También ha coordinado el libro RRelatos HHumanos (Lid editorial).
¡¡Que buena entrada Manuel, gracias!!
Gracias a ti, Jose Miguel.
Muy buena reseña amigo Manuel, muy buena, y me gustaría tener un poema en cada mano para mantener la literatura y poder seguir atando cabos.
Es cuestión de intentarlo. Llénate los bolsillos de poemas. Tú puedes.
Impresiona por su actualidad la cita de un libro escrito hace más de sesenta años con la que cierras la entrada, Manuel. Todos deberíamos llevar un par de poemas en los bolsillos para defendernos de los quemadores de libros.
Antonio, tenemos pendiente mayor atención a la poesía en este blog. Para ello confío en ti.
Muy buena reseña, Manuel, que nos hace reflexionar y no olvidar la barbarie de las guerras y las dictaduras. No lo he leído. Así que ya lo he apuntado a la lista de pendientes.
No te arrepentirás. Es una gran novela.
Gracias Manuel por ponerle nervio al blog y por hablarnos de buenos libros. Yo recuerdo también la película, creo era de Truffaut, y también era una obra excelente.
Es cierto, Jose. ¡Cuántos libros llevan aparejados una gran película!