Por: Luis Marín

Si hay algo que me gusta de nuestro taller es que cada día resulta diferente.

Faltas a una sesión, porque los viajes te obligan a cambiar la rutina, y al regreso encuentras un paisaje desconocido. He ido leyendo lo que mis compañeros, prolijos ellos, han escrito durante la escasa semana que he estado fuera y me han asaltado un buen número de dudas. Pensaba que alguna habría sido explicada en el momento de la lectura del relato, pero como todo es diferente, algunas de mis dudas se mantienen irresolubles.

Pero dejemos de hablar de mis quitas.

Abriendo un paréntesis, breve eso sí, en nuestros novelísticos proyectos, tocaba analizar cómo algunos escritores han resuelto los problemas de narrador, espacio y tiempo. Más aprendizaje en el laborioso proceso de montar una novela coherente.

Y con la modestia que nos caracteriza, nos fijamos en novelas sencillas como “La muerte en Venecia” (Thomas Mann), “El extranjero” (Albert Camus) y “El desierto de los tártaros” (Dino Buzzati). ¡Total nada! Como mirarse en el espejo.

¿Cómo tratar el tiempo? ¿Qué pasa con el espacio? ¿Cómo elijo el narrador?

Si ya nos había costado “encender” el modo “escritor de novela”, buscar moldes en algunos capítulos de las novelas citadas podría llevarnos al desánimo y el abandono.

Pero como somos, por encima de todo, unos optimistas compulsivos, no nos amilanamos y hemos querido observar las bondades que puede tener un narrador omnisciente para manejar el tiempo en presente, pasado y futuro. Cómo servirse de él para filosofar alrededor de la figura del personaje. A base de repeticiones dar a conocer al lector los sentimientos del personaje

Pero también hemos visto una primera persona que puede narrar en una falsa tercera para resaltar aspectos físicos (sol, calor) o símbolos religiosos (como el número tres) para explicar el existencialismo.

Tras los comentarios cruzados, alguien dijo que todo le parecía bien, pero que no quería contaminarse. No seré yo quien desvele su identidad, que bastante penitencia tiene ya.

Y gracias a María y Paco, que nos han deleitado con escenas de su proyecto, hemos hecho un breve descanso para abordar sus nuevas propuestas.

El Van Gogh que nos quiere mostrar María Sánchez va tomando forma, poco a poco, con la maestría de su narrador particular y nos envuelve como si se tratara de una serpiente que se eleva a los tonos de una flauta. Pero opinen ustedes.

Imagen2“Theo y Johanna bailan juntos tímidamente hacia el centro de la sala, aunque no buscan protagonismo, más bien intimidad. Se miran a los ojos y parecen encontrar la paz el uno en el otro, pues no despegan sus miradas. Vincent imagina un mar contenido en una bola de cristal a punto de desbordarse, pues sabe que Theo es muy dado a las emociones e incluso a lagrimar. Imagina también que Johanna sostiene ese mar a punto de subir su marea, imagina que ella es su playa y su bote salvavidas, su mar en calma y su turbulencia”.

Y ¿qué decimos de Paco Plaza? Aparte de los comentarios que se le ocurren sobre la marcha, nos ha trasladado a ese auditorio gratuito del parque de atracciones donde tantas veces cantó Joan Manuel Serrat en los años 70, antes de ser exiliado por el dictador que estaba ya en las últimas. Una versión de su Fernando González, en una de sus facetas, unido a la chica que más le gusta. En sus palabras:

Imagen1“Fernando se imagina llevando a Marisol junto a la valla del Parque y descubriendo un lugar por dónde colarse, y luego yendo al concierto y peleando con los grises para que Serrat pueda escapar y ya a la media noche diciendo a su padre que no se le ocurra ponerle la mano encima a su novia”.

Y lo mejor de todo, ¿qué va a pasar la próxima semana? Se quitan las ganas de irse de vacaciones.

Un abrazo a los que no han podido asistir esta semana. Saben que se les quiere.

Luis Marín

Por PDV

5 comentarios en «Extranjeros, Desiertos, Venecia… y Serrat»
  1. Bien, Luis. Se ve que has vuelto con ganas, que nos has echado de menos, que has estado llorando por los rincones sin nosotros toda una semana… No es para menos. Bien, bien. 🙂

  2. Me encantan esas ganas de regresar de vacaciones cuando yo solamente quiero pillar unos días de sol y lontananza (oda a Pura que ayer empleó esta palabra y me quedé columpiándome en ella feliz), pero, sobre todo, me encanta que, nada más aterrizar, te cueles entre el orden de los cronistas y le des a la muñeca para plasmar con arte y gracia lo que ocurrió ayer en clase. La verdad es que nunca nos había visto como “optimistas compulsivos”; me ha parecido una grandísima revelación, ¡hasta una epifanía! No sé si literaria pero creativa sí, al menos. Tal vez eso es lo que compartimos, quizá eso es lo que nos lleva cada jueves a escapar dos horas de la rutina, de la Fortaleza, y dedicarnos a imaginar que algún día podremos escribir un capítulo “breathless” como los que leímos ayer. Traduzco porque realmente el inglés no es necesario: un capítulo sin aliento. Que te deja sin aliento de lo bueno que es. Gracias por tu crónica y tu disposición; se notó tu ausencia la semana pasada porque nadie había reparado en pedirle el correo al nuevo compañero :-). ¡Viva, Luis! Por cierto, también estoy encantada de conocer el pasado madrileño que tan bien está reflejando Paco en su novela, y que vosotros apoyáis con experiencias vividas en primera persona. Ahora a googlear sobre los niños de Dios… Besos para todos.

  3. Gracias Luis por esta crónica tan íntima y detallada. Qué bonita manera de escribirla, cómo se nota el cariño que pones en lo que haces.
    Al leerla me pongo un poquito al día de lo que ayer aprendisteis y disfrutastis. Y algo me llega también.
    Creo adivinar quién no quiere contaminarse, ya os preguntaré si estoy en lo cierto. 🙂
    Abrazos

  4. Además de que los viajes de Luis ya me dan envidia, porque no para quieto, las crónicas son casi inmejorables, y digo casi para que nadie se ofenda. ¡Bravo!

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