Por: Vicente Moreno

En la reunión del taller de ayer el tema principal fue el narrador literario, sus tipos, su uso e incluso su nùmero. No en vano la elección del tipo de narrador es una de las primeras opciones a decidir antes de empezar cualquier obra narrativa.

Empezó Ernesto Ortega con su relato “La mujer del sofá” en el que el uso del narrador omnisciente permite al autor hacer un juego muy interesante en el que mezcla varios elementos narrativos: el lector, el autor y otro narrador omnisciente que tambien son incluidos como personajes del relato, para lograr un efecto que envolvente que nos acerca a esa mujer sentada en el sofá con un libro en las manos.

«A veces la mujer que está sentada en el sofá piensa que no existe, que solo es un personaje que alguien, un escritor mediocre, ha creado para convertirla en la protagonista de un relato o de una novela que un lector, usted quizás, está leyendo, aunque la mujer que está sentada en el sofá piensa que, en realidad, usted tampoco existe y que solo es un personaje secundario más, necesario en esta trama absurda«

A continuación, Lourdes Chorro nos presentó su relato “Oscuridad” en el que con prosa poética en tercera persona nos cuenta una historia de encierro en un ambiente lúgubre y húmedo en el que la única salida es la magia de la imaginación. Destaca el lenguaje rico en imágenes y metáforas que son la marca de estilo propia de Lourdes.

«Respirabas con dificultad el aire turbio, empantanado, mientras los insectos merodeaban en el silencio. Para qué negarlo, te morías de miedo a quedar oculto bajo aquel desierto de humedad y encierro, hasta que te encontró tu unicornio, el del cuento que leías bajo la cama».

Vino después Juan Santos, valiente como su ilustre paisano manchego, a leer un relato en primera persona titulado “La Sacristía” en el que, además del uso de un narrador en primera persona, se pedía la inclusión reiterada de los puntos suspensivos.

La dificultad de la tarea no arredra nunca a nuestro amigo Juan que narra una historia de tintes costumbristas muy bien ambientada como es habitual en sus obras en las que no falta un aroma cervantino y quevedesco, que no son malos referentes.

«Cuando volví, la sacristía estaba cerrada con llave (…). Di un par de golpes con los nudillos en la puerta y al momento abrió el párroco. Mi madre estaba nerviosa, despeinada y sin el pañuelo en la cabeza (…), recogiendo unas bandejas de plata que había esparcidas por el suelo (…)«

Pablo Frías nos leyó un relato en primera persona protagonizado por el joven de las zapatillas rojas de un cuento anterior de Susana de la Higuera. Es una narración detallada y prolija en detalles de un intento de fuga en una zona cualquiera después de una guerra innombrada. Destaca el seguimiento pormenorizado de las acciones de este chico que tiene un plan para fugarse cambiando la camiseta de su equipación de baloncesto.

«De repente se percató del idioma de la emisora que estaba sintonizada y bajó el volumen. Apoyó su cabeza en la pared. Le pareció escuchar una respiración al otro lado del tabique y de un salto apagó la radio. Permaneció atento pero ya no fue capaz de volver a distinguir ningún otro sonido sospechoso porque su propia respiración anegaba sus oídos.»

Y así termino un día más del Taller en el que al final se incorporaron algunos amigos para participar en una experiencia musical que quedará grabada en los anales de la historia del canto coral así como en en mis peores pesadillas.

Seguiremos informando.

Vicente Moreno

Diciembre de 2021

Por PDV

5 comentarios en «El problema del narrador»
  1. El Zoom no es el mejor amigo del cante coral. Ya lo sabíamos de antemano, pero el cariño que le pusimos es lo que vale.

    Subsanar una error referente al narrador de Pablo, y su esfuerzo porque la tercera persona narrativa fuera extra, extra, extradiegética. Lejos de la primera persona.
    Por lo demás impecable, concisa y sabía la crónica, Vicente.

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