Por Flor Cuesta Rodrigo

“Sí, hay un medio de pasar la frontera: hacer que alguien pase antes que uno”

El gran cuaderno es la primera novela de una trilogía publicada en España por la editorial El Aleph bajo el título Claus y Lucas. Las dos novelas que siguen a El gran cuaderno son La prueba y La tercera mentira.

Dicen los críticos que la mejor novela de las tres es El gran cuaderno y que sólo por ella Agota Kristof merece estar entre los mejores escritores europeos del siglo XX, tanto por lo que cuenta como por la manera en que lo cuenta. La novela asombra por la dureza, intensidad y crueldad de alguna de sus páginas y por su ordenación en capítulos muy breves, de frases muy sencillas y cortas.

Agota Kristof nació en Hungría en 1935, huyó a Suiza tras el fracaso de la Revolución de Hungría en 1956 y comenzó entonces, a la edad de 21 años a estudiar francés, idioma en el que escribiría su obra.

Los protagonistas de El gran cuaderno son dos hermanos gemelos que son entregados por su Madre al cuidado de su Abuela, con la condición de que, para comer y dormir en la casa, tienen que trabajar.

Ningún personaje tiene nombre, tampoco ningún lugar.

Los chicos vienen de la Gran Ciudad al Pueblo donde encontrarán al carpintero, al librero, al cura, a la criada del cura, etc., lo que da a este relato un carácter de universalidad. Solo hay un personaje individualizado, con un mote, Bec-de-Lievre. (Labio leporino). Por lo que las peripecias que viven estos muchachos las puede vivir cualquier muchacho en cualquier parte del mundo que esté en guerra.

No les resulta fácil convivir con la Abuela, a quien en el pueblo llaman Bruja, una mujer que huele mal porque no se lava y que tampoco les lava a ellos —no hay con qué hacerlo—. Todo es suciedad en la casa. Los utensilios de cocina están llenos de mugre. La Abuela no se cambia nunca de ropa; tampoco lleva bragas. Si tiene que orinar se agacha y lo hace donde le pilla.

En el Pueblo no hay ni escuela ni maestro, pero ellos encuentran el medio para aprender. Se hacen inmunes al dolor o los insultos de los aldeanos. Consiguen, por medio de la lógica, que el librero les proporcione lápiz y papel para hacer ejercicios de escritura: “…Las palabras que definen los sentimientos son muy vagas; es mejor evitar usarlas y atenerse a la descripción de los objetos, de los seres humanos y de uno mismo, es decir, a la descripción fiel de los hechos”, escriben en el Gran Cuaderno.

A lo largo de la novela vemos cómo estos niños se adaptan al medio, cómo aprenden a utilizar los recursos que tienen a su alcance, cómo evolucionan. Es interesante ver cómo se comportan frente a un desertor o un oficial, cómo aprenden a matar. Más peculiar, sin embargo, es cómo conocen y viven el sexo. Dentro de la dureza de la novela, hay capítulos que te sacan una sonrisa, aunque sea amarga.

Acabada la guerra prefieren quedarse en el Pueblo a marcharse con su madre.

Finalmente aparece el Padre, mutilado. Necesita cruzar la frontera y pide ayuda a sus hijos. Los chicos no se la niegan.

Desde mi punto de vista es una novela de supervivencia, muy cruda, descarnada, en la que la guerra aparece como telón de fondo de todos los acontecimientos. La guerra es el escenario cruel que convierte a los dos hermanos en una alegoría estremecedora de lo que un enfrentamiento armado puede hacer con los seres humanos. La reflexión final resulta tan descarnada como la novela: ¿Es consolador que unos chiquillos aprendan a convivir con una realidad tan cruel?

 

Flor Cuesta Rodrigo es miembro de la asociación Primaduroverales Grupo de Escritores y coautora del libro 2056 Anno Domini.

 

Por PDV

7 comentarios en «El gran cuaderno. Agota Kristof.»
  1. Hola Flor, hace tiempo leí Claus y Lucas, me resultó una historia inquietante.
    Qué bien que podamos recomendarnos libros, películas, eventos…
    Gracias.

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