Por: Luis Marín

Las clases virtuales no decaen, como debe ser. Nos reunimos, doce o trece, alrededor de lo que podríamos llamar una mesa camilla imaginaria, al calor del brasero de la amistad, para degustar los platos que se preparan día a día en las cocinas particulares de cada uno. La variedad de sabores no desmerece al mejor menú que pudiéramos imaginar.

Hoy hemos degustado, como aperitivo un diario intimista de Manuel Pozo donde nos relata a posteriori la experiencia del ingreso de su madre por problemas ajenos al virus que nos confina. Con un tono aséptico, en apariencia falto de sentimiento, deja que en su texto se vean las emociones que provocan los sucesos y la inquietud del distanciamiento que impide un contacto directo con el ser más querido.

“…El viernes nos dicen desde el hospital que sigue asintomática. El sábado le dan el alta sin hacerle una nueva prueba, por lo que suponemos que sigue siendo positivo. Nosotros tres hemos llamado cada uno a nuestro centro de salud para hacernos la prueba, pero nos dicen que al personal asintomático no se la hacen, que no hay test para todo el mundo. Nos toca cumplir los catorce días de aislamiento en una habitación. Ahora mi madre está con mi hermano, los dos posibles positivos, y mi hermana y yo cada uno en nuestra casa”….

De primer plato, la familia que se ha sacado Carlos Cerdán del arcón nos mantiene expectantes cada día para leer el siguiente capítulo. Hoy hemos analizado su diario 39. Con una estructura de presentación (noticias cotidianas), conflicto (rotura del armario de la cocina) y desenlace (avatares de la reparación) mientras el suegro observa, vaso de agua en mano, los pasos inciertos que da un inexperto en bricolaje, con poco acierto, para devolver la puerta del armario a su sitio.

“…Voy a por un vaso de agua, me dice. ¡Coño, qué casualidad! pienso, es la primera vez que se molesta en hacerlo. Se sirve el vaso, bebe un pequeño sorbo y se queda mirando lo que hago. Yo, trato de ignorarlo, es complicado, pero lo intento. Saco la taladradora, pongo una broca y la enchufo. ¿Qué vas a hacer con la taladradora? me pregunta con su gesto habitual. Pues… un taladro, claro, respondo dubitativo. Eso ya lo veo, te pregunto ¿para qué?”…

José Miguel Espinar nos trae un segundo plato lleno de incertidumbre y otras certezas con toques reflexivos y filosóficos culminando con un poema de César Vallejo.

“…Pero cuando la incertidumbre se hace pesada y casi insoportable, como la que nos atenaza en estos tiempos, podemos recurrir a otras cosas ciertas que nos la mitiguen. Mitigar la incertidumbre con certidumbres…”.

A modo de sorbete entre carne y pescado, llegó la exposición tecnológica de Vicente Moreno sobre el funcionamiento de las VPN, con un tono experto de quien domina el paño, que a la vez nos enseña y nos entretiene.

“Así que el 16 de Marzo, primer día laborable del confinamiento, empecé la jornada a las 8 de la mañana abriendo el chat del grupo de Telegram que usamos en mi trabajo para comunicarnos. Todos bien y al pie del cañón, cada uno conectado a su ordenador del trabajo y comprobando las diferentes cuentas de correo institucionales que atendemos para recibir las peticiones de soporte técnico a los usuarios que es a lo que nos dedicamos”.

Saborear un buen atún a la plancha, ahora que estamos en temporada de almadrabas, de la mano de José Sainz de la Maza es un buen broche para una comida que se precie. Su personaje, traductor de la guerra de las Galias, se enfrenta con zapatillas heredadas de un adolescente a un encuentro con su hijo, dentro del cotidiano desencuentro, a través de una urraca, que maldita sea la gracia.

“…Bajaba los peldaños de dos en dos. ¿Dónde vas? Tú quédate si quieres. Vuelve que está prohibido salir. Cojo dos mascarillas y lo sigo. Pero, ¿qué pasa? Mi mujer. ¿Estáis locos? Me alegré de no llevar las zapatillas del agujero. ¡Te vas a contagiar! Al pie del árbol se detuvo y cogió en sus manos un polluelo de urraca muerto. Lo vio caer del nido. Y lloraba. Mi hijo adolescente lloraba en un silencio estremecedor. Él. Lo abracé y me acordé de mi vecino del ático: En la tele lloraba mientras hablaba de las urgencias. Llorar hace que conozcas a la gente…”

De postre, Alicia Gallego nos lleva a una visita incomoda al faro abandonado, por unos turistas insensibles que cuando se van dejan tanta paz como se llevan.

“…Cuando ellos vienen, los muebles y yo nos tapamos con unas sábanas viejas y nos hacemos los muertos. Yo me pongo de pie junto al sillón que hay al lado de la ventana simulando que soy una lámpara. Entonces, nosotros, nos quedamos muy quietos, muy quietos; mientras tanto, ellos, invaden todo lo nuestro

Así nos estamos hasta que, al fin, se marchan y nos dejan descansar en paz”.

Aunque de este postre nos hemos guardado unos trozos para empezar el jueves que viene.

Luis Marín

Por PDV

6 comentarios en «Diarios, relatos y un poco de filosofía»
  1. Muy buena idea esa de reunirnos alrededor del brasero para disfrutar de un estupendo menú de relatos y diarios. Gracias.

  2. Muy bien, Luis. No sé cómo multiplicais el tiempo algunos. Estupenda crónica detallada, con cariño y con escena entrañable. Eso sí, con estos calores, voy a retirar el brasero con tu permiso.

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