En el taller de creación literaria de la asociación Primaduroverales estamos escribiendo el diario de un confinamiento. Cada día publicamos una página de este diario junto a un viaje musical. Esperamos, lector, que nuestros textos y nuestra música te acompañen. ¡Cuídate!
Diario de un confinamiento
Anotaciones en el calendario.
Por Paco Plaza
Se acaba el mes de Abril. Miro el calendario de la cocina, el grande, dónde apunto las citas, las actividades, los compromisos, esa es mi agenda, unas anotaciones con rotulador en un calendario de cocina. Esta absolutamente vacío, solo los números en sus correspondientes recuadros, nada más, no es que hubiera gran cosa en otros meses. Miro enero: una quedada con antiguos compañeros del trabajo, el cumpleaños de un familiar, dos días con entradas para el teatro, un día a la semana el curso de historia del arte del centro cultural. Visto de lejos enero me parece que fue un mes bastante animado. Abril es como un desierto. Eso no me va a pasar en Mayo. Cojo el rotulador rojo y bien grande apunto “Regar el poto” todos los lunes y jueves. Bueno, ya Mayo parece otra cosa. No se me ocurre nada más, Clodoviro no tiene necesidades, se las apaña el solo, bueno, se las apañaba porque su apelmazamiento creo que le imposibilita cualquier movilidad. Ahí está, en el mismo rincón desde hace dos días, cada vez más negro. Se me ocurre que podría apretarlo mucho mucho hasta convertirlo en una especie de roca, o un diamante. ¿Te gustaría convertirte en un diamante? Le pregunto. Noto que el poto se estira, me va a decir algo, lo sé. Estoy tan acostumbrado a sus insultos que si no me suelta algún improperio lo echo de menos. Los niños ya pueden salir a la calle —trato de mantener una conversación—. Lo han dicho por la radio, a mí me parece bien —continuo—. Pero solo una vez al día. Los perros pueden salir hasta tres veces. Es mejor ser perro que ser niño. Eso es por lo de hacer sus necesidades. Si los niños hicieran sus necesidades en la calle igual les dejaban salir tres veces. ¿Y qué me dices si los viejos también nos pusiéramos a cagar en la calle? Eres más tonto que el besugo que se fue de cañas —suelta. Me reconforta que esta vez se haya quedado en un leve “tonto”. Pongo la televisión en el momento en el que está hablando el presidente del gobierno, junto con unos datos estadísticos en el que figura la cifra de 23.000 fallecidos oigo que dice “misión cumplida”. Apago la tele porque me ha dado una especie de nausea. Sé que no queda nada ni en el frigorífico ni en la despensa. La última vez en el super solo había unos paquetes de una especie de pan negro y algunas latas de sardinas, picantonas decía en la caja, en la cena supe por qué eso no se lo había llevado nadie. Aún así me lo he comido todo. Tengo que volver a salir, y no me hace ninguna gracia. Me animo pensando que, tal vez, hoy pueda comprar pan Bimbo y Nocilla. ¿Ves para qué te sirve no haber hecho en toda tu vida el más mínimo esfuerzo por cocinar? —pregunta el poto—. El cabrón me lee la mente. Me visto. Me cubro la cabeza con una bolsa de basura en la que he hecho un par de agujeros para los ojos, aunque no consigo ver por los dos a la vez, me pongo los guantes esos que me ponía cuando hacía mucho frío. Me los quito porque con los guantes no me puedo poner el abrigo. Me pongo el abrigo. Me pongo los guantes. Me los quito porque no puedo abrir la puerta con ellos puestos. Noto que se agitan las hojas del poto. Abro la puerta. Cierro. Me doy cuenta de que me he dejado los guantes dentro. Abro la puerta. El poto grita: eres lo más imbécil que ha pisado la tierra desde la primera vez que una perca salió del agua. Cojo los guantes y cierro la puerta. Me pongo los guantes. Alguien baja por las escaleras. Me quedo parado. Joder, qué casualidad, pienso. Trato de colocar la bolsa de basura para ver por ambos ojos a la vez, es un repartidor que cuando me ve se da la vuelta y sube por donde ha venido pero mucho más deprisa de lo que estaba bajando. Espero. No vuelve. No sé qué hacer. Me decido a seguir y llego al portal sin encontrarme con nadie. Salgo a la calle. Hace un poco de aire, la bolsa de basura se mueve y pierdo la visibilidad. Me quito la bolsa de basura. Llego al super. Está cerrado. Es domingo.
Francisco Plaza estudió Ciencias Físicas en la Universidad Complutense de Madrid. En 2013 se inició en la creación literaria. Es coautor de los libros de relatos Magerit. Relatos de una ciudad futura (editorial Verbum) y 2056 Anno Domini. Su otra gran pasión aparte de la literatura es el teatro.
Selección de la música: Vicente Moreno
Rod Stewart. Maggie May.
Cuando el sol de la mañana se refleja en tu rostro, realmente muestra tu edad
pero esto no le preocupa a mis ojos, ya que para mí tú eres todo,
Gran diario Paco propio de un gran hombre, tú.
Algún día me ilustrarás en cómo crear personajes como el Poto o Clodoviro. Solo que aparecen en la historia, el resto que cuentas, por lo general relevante y muy interesante, casi queda en segundo plano. Creo que estos dos se han acostumbrado a ‘robar pantalla’. Enhorabuena.
Qué magnífica familia de solitarios has creado. Un ambientazo para una pandemia.
Vaya trío, Paco. Me descubro ante lo bien que están funcionando vuestras creaciones de puertas adentro en los diarios.
Estos personajes ya forman parte de nuestra existencia en el confinamiento, aunque uno de mis diarios favoritos es el de los gatos y sus dueños. La mirada de extrañeza de los gatos sobre ellos… me fascinó y lo recuerdo muchas veces. Un abrazo y que no falte la creatividad, que a ti no te podrá faltar nunca.
Genial, Paco. me ha encantado.
Muchísimas gracias por vuestros comentarios compañeros. Así da gusto.
Con Paco siempre lo pasamos bien, tiene un humor especial que nos transporta.