Por: José Sainz de la Maza

Ayer tuvimos en el taller de Primaduroverales una nueva sesión de análisis de textos elaborados mediante la denominada ‘técnica periodística’. Los relatos debían guardar relación con una fotografía concreta y conocida por todos nosotros, que circuló por los medios a raíz de la explosión de gas de la calle de Toledo. El planteamiento propuesto para los trabajos parecía sencillo, unos o varios personajes de esa fotografía debía protagonizar un relato de ficción redactado con mimbres periodísticos.

Los relatos leídos, tanto ayer como en sesiones precedentes, demuestran que tras esa supuesta sencillez se esconden numerosas trampas y los textos a los que hoy nos referiremos lo demuestran cumplidamente.

Susana de la Higuera nos presentó el suyo, que contaba en su título con la desasosegante pregunta de ‘¿Estamos muertos, mamá?’. El texto desarrolla una buena historia que narrativamente se muestra coherente. La explosión de gas interrumpe violentamente una escena de la vida cotidiana y hogareña de una madre y su hijo. Una pared se viene abajo y ambos abandonan la casa atropelladamente en busca de la seguridad del exterior. Es tal la angustia de aquellos instantes que el pequeño formula a su madre esa terrible pregunta. ¿Estamos muertos, mamá?

En el relato se aprecia, sin embargo, uno de los problemas que sistemáticamente han ido apareciendo en estos ejercicios: el correcto uso del tiempo. Y es que resulta especialmente complejo aunar en un mismo texto, de una parte, el tiempo rápido de la explosión y sus inmediatas consecuencias, narrado casi segundo a segundo y, de otra, el tiempo de horas o días sucesivos, en el que tratamos de articular un relato de recorrido más largo, el mínimo, al menos, para desarrollar un conflicto.

‘Explosión de un edificio en Madrid’ fue el título elegido por Carlos Cerdán para su relato. El comienzo se ajusta rigurosamente al relato periodístico, ambientando el suceso con corrección. Pero, conforme avanza, se va perdiendo el tono inicial para centrarse y afianzarse en uno de los personajes de la fotografía. La pizpireta Doña Sonsoles aspira desde hace años a salir por la televisión guapa y bien arreglada, como a ella le gusta presentarse en público. El escape de gas le brinda la oportunidad tanto tiempo anhelada de ser entrevistada y grabada para la televisión, aunque su aspecto y vestimenta no son los que ella deseaba, sino lo de una persona que acaba de abandonar su hogar atropelladamente. Como ese deseo de Doña Sonsoles nos lo presenta el autor con rasgos obsesivos e incluso delirantes, este final nos deja en el paladar el sabor dulce de eso que se conoce con el nombre de ‘justicia poética’.

 

Y qué es lo que pasó con este relato. Pues algo que ya se apuntó también en el de Susana y que se añade al problema el manejo del tiempo, que la necesaria y permanente presencia de del periodista como persona interpuesta, aparece al principio, pero no se mantiene a lo largo del relato. Cuando se narra el suceso, el sujeto periodista está ahí, pero conforme avanza hacia la historia personal de Doña Sonsoles, se diluye, dejando paso a una tercera persona narrativa convencional.

Prometió Pura al principio de la tarde que habría reparto de collejas y lo prometido es deuda, sobre todo para los alcarreños. Así que collejas hubo, tanto verbales como de las que vienen en forma de añadidos a los textos originales mediante humillantes tramas de color amarillo, palabras tachadas y resaltes con letras de color rojo. El confinamiento y la alargada sombra de Filomena no han aportado suavidad, sino todo lo contario, al aparatoso desarrollo de amarillos, rojos y tachados.

Sin perder de vista estas premisas, continuó la tarde Luis Marín con su relato ‘Accidente o imprudencia’. El tono periodístico está bien logrado y se mantiene desde el principio el difícil equilibrio entre la cercanía de las declaraciones directas de los testigos y el detalle del ambiente. Bien, correcto, pero… ¡Pero! ¿Cuándo no hay un ‘pero’? Recuerdo que uno de nuestros compañeros de taller dijo en una ocasión que de nuestras tardes de jueves nadie sale indemne (impagable aportación a nuestro acervo, Manolo) y es verdad. De nuevo el tiempo jugó una mala pasada, los pasados y los presentes en este tipo de relatos se escabullen de entre los dedos. ¿Narrador periodístico en pasado? ¿testimonios directos de los testigos en presente?  Y digo yo, ¿quién no tiene un problema de tiempo en un invierno como este, que lo mismo nieva y hiela, como que sale un sol intempestivo que engaña a los árboles y los hace brotar? ¿Cómo ajustar bien el tiempo en pleno cambio climático? ¿Cómo en medio de una pandemia? Así que Luis, nos quedamos con tu muy correcta presentación del incidente y del torbellino del entorno, así como con la sutileza periodística de poner sobre la mesa que respecto a las causas aún quedan cosas por esclarecer.

 Remató la tarde (o casi) Fer Jiménez con su relato continuación del que leímos la semana pasada sobre este mismo suceso de la calle de Toledo. Entonces nos quedamos con que Prudencio había salido por piernas de España tras su espeluznante descubrimiento de que aquello no fue un accidente sino un atentado.

Fer, con el intermedio de un periodista, nos sitúa al citado reportero entre Uruguay y Brasil haciendo gala de una técnica más depurada, una vez que el narrador se encuentra liberado de tener que atenerse a la dichosa fotografía y al suceso en sí. En todo caso la agilidad el relato, la riqueza potencial del personaje de Prudencio y las peripecias que se vislumbran, nos han dejado a todos con ganas de saber mucho más de las aventuras de su protagonista y del grupo de samberos en el que se ha enrolado. Baile, selva tropical y un personaje que está de vuelta de todo son unos ingredientes que pueden dar mucho de sí, especialmente si van de la mano de la narración irónica de Fer.

Apuntaba ya el final de la sesión, cuando dos acontecimientos nos sacaron del embrollo del relato periodístico con sus endiablados tonos, tiempos y narradores. Fueron, de una parte, un nuevo relato bíblico de Carlos Cerdán y, de otra, la presencia en riguroso directo de nuestro compañero Pablo Frías, con un aspecto tal, que nadie diría que está convaleciente.

Carlos nos presentó a unos desocupados arcángeles que no saben cómo emplear su tiempo, aunque es de suponer que les llevará mucho tiempo mantener en buen estado sus alas y sus innumerables plumas. El caso es que estaban muy aburridos y como el ocio conduce a la mente por caminos tortuosos y oscuros, les dio por pensar que la relación entre Dios Padre y Jesucristo no pasaba por su mejor momento. ¿Solución a tanta desidia? ¿Qué tal si montamos un equipo de fútbol y una liguilla? Ahí lo dejó Carlos, con una vía abierta al aburrimiento. Ánimo con lo bíblico, Carlos, que se ve que el olor a incienso te motiva.

Respecto a Pablo, sólo decir que ha sido todo un placer para este cronista y sin duda también para todos los compañeros del taller, contar con su presencia y comprobar, una vez más, su talante de supermán y su envidiable temperamento. Lo otro, lo de que es un magnífico escritor, ya lo teníamos comprobado de antes.

Sólo una cosa más antes de acabar. El que a nosotros se nos dé mal el relato periodístico no hace sino corroborar la inversa, que a los periodistas se les da fatal escribir relatos y novelas.

Por PDV

10 comentarios en «De trabajos difíciles y otras verdades»
  1. Ja, ja, ja. Como dice el refrán, «cada maestrillo tiene su librillo», o este otro «zapatero a tus zapatos». Es divertido meterse en desafíos que parecen sencillos pero que, cuando uno se pone, encuentra que todo tiene su misterio y sus normas. Gracias Jose.

  2. Muy acertada tu crónica, Jose. Una tarde con abundante reparto de collejas y sonrisas, sobre todo la que nos dejó la presencia a última hora de nuestro convaleciente Pablo.

  3. Siguiendo con los refranes yo digo que «haciendo y deshaciendo va la niña aprendiendo». No me cabe duda que al final aprenderemos a escribir un relato periodístico. Buena crónica, José.

  4. Jose, me he visto horrible de señorita Rottenmeier en el espejo, pero me he reído un montón, falta nos hace en estos tiempos atemporales.
    Vaya temporada de crónicas maravillosas.
    Y maravilloso ver a Pablo y también a Aitor animosos.

  5. Tu crónica enriquece más aún la clase del jueves, con esos matices tan certeros ,
    que al menos a mí se me escapan .
    Enhorabuena y gracias Jose

  6. Una crónica que, por obra y gracia del mayúsculo talento de José, desprende veracidad, ironía, perspicacia, elegancia y afecto (ingrediente que trasciende a la emotividad por esa tierna implicación personal del autor) sólo puede calificarse de joya literaria. Enhorabuena, José, y muchas gracias por esto, por lo otro y por todo lo demás.

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