Por: Paco Plaza

Este jueves nos ofreció una tarde más de buena compañía, buen humor, buenas intenciones y buenas cervezas. Tras una serie de espontáneos abrazos entre unos y otros; rememoración de escenas de la película “Un monstruo viene a verme” y presentación imaginaria de «Manolitro», un viejo conocido de Vicente, seguimos adelante con nuestras ucronías; esos bocetos de novela en los que nos estamos aventurando igual que un paracaidista se tira sobre un mar de nubes con el altímetro estropeado; en cuanto desaparezcan las mullidas concentraciones de vapor de agua la probabilidad de descubrir las duras piedras a pocos metros y  darnos un zurriagazo es bastante alta.

Es curioso cómo, sin acuerdos previos, algunos miembros del taller se encuentran en ambientes comunes dentro de sus escritos. Tal vez haya algo de conciencia comunal en el taller, como si fuéramos un enjambre de palabras, y que unos hilos de trama invisibles terminan conduciéndonos a los mismos parajes literarios. Ayer se dio esta circunstancia con el ambiente carcelario y la figura de la psicóloga (sí, psicóloga, también hubo coincidencia de género, aunque esto no debería extrañarnos dada la poderosa influencia de nuestra amiga Olga).

Empezamos la tarde con un arreglo que hizo Luis Marín sobre una escena ya leída. Se trata del comienzo de su capítulo 3. Describe la muerte de Antonio y su impacto en sus familiares más próximos. Luis es un autor que sabe recoger los comentarios y sugerencias que se le hacen  y mejorar notablemente sus escritos con ellos. Lo demostró ayer con esta escena. Mucho más sosegada, más lógica y dando aire a los personajes y a sus sentimientos. Aquí va una muestra:

“Con las manos entrelazadas, Carmen notaba como las de su marido perdían calor. Ella había imaginado que llegado el momento sus gritos y el llanto desaforado se oirían por todo el pueblo. Pero ahí estaba, en un silencio absoluto.

El frío de la mano iba pasando a su cuerpo, sin noción del tiempo que había transcurrido, hasta que la voz cantarina de Manuel le hizo consciente de lo sucedido. Puso las manos de su marido sobre el pecho y salió a abrazar al niño, la alegría de la casa. Él no entendía aquel repentino cariño, pero se dejó abrazar.”

carcel 01Seguimos con Juan Santos y su protagonista Matías, hombre que no suele arrastrar buenas intenciones con sus actos. Nos lo presentó recién ingresado en la cárcel por haber dado una buena zurra a un compañero de timbas de cartas. Cosas relacionadas con ofrecer a la propia mujer como apuesta (genial idea para dibujar los ambientes en los que este sórdido personaje se maneja). Juan pecó un poco de ingenuo al condenar y meter en presidio a un hombre el día después de cometer el delito, en un lapsus perdonable se olvidó de la característica lentitud de la justicia española. También estuvo receptivo a los consejos de Olga sobre las relaciones que se establecen en las psicólogas y los reos. Este es un extracto de la escena:

«–Perdona. A Carola la conozco desde hace mucho tiempo y cuando nos ha apetecido, a espaldas de Alberto, hemos quedado para pasar un buen rato juntos. Bueno, ahora se nos ha jodido el plan. A parte de eso, en más de una ocasión, he cohabitado sin tapujos con ella, cuando su marido, jugando a las cartas conmigo, le ha puesto precio a su cuerpo. En estos casos, Carola mostraba conmigo rechazo, negándose y haciéndose la mártir, poniendo verde a su marido. Pero en el fondo, disfrutábamos mucho más de pensar que él andaba por allí. No lo puedo asegurar, pero probablemente el hijo que tiene es mío. La quiero, por eso casi siempre le he devuelto, lo que le gano a su marido el día anterior.”

Matías nos inspiró para mantener una pequeña discusión sobre aquellos que presentan una cara amable hacia afuera pero que de puertas adentro son auténticos “cabronazos”.  Y también quedó claro, como pauta a la hora de escribir, que no hemos de ser timoratos a la hora de decir palabras malsonantes si éstas están en boca de algún personaje.

Continuamos con Paco Plaza y otra escena carcelaria. Ésta obedecía a la propuesta que se le hizo sobre el comienzo de su capítulo 2 leído el jueves anterior. Hubo acuerdo en el nuevo comienzo en “media res” era mejor y que debería continuar el capítulo en esa línea. También salieron a la luz errores cometidos por el desconocimiento de cómo eran las sesiones psicológicas en las cárceles españolas en los años ochenta; pero para solucionar estos vacíos Olga nos ofrece su inestimable experiencia. Un ejemplo:

psicologa 01“—Bien, podría contarme, para empezar, el motivo por el que está usted en presidio.

Fernando ya ha empezado a examinar el físico de la mujer, no lo puede evitar. Morena, cuarentona, lleva unas gafas que le tapan la mitad del rostro, no es fea, melena corta y lisa, un jersey grueso oculta la forma del pecho, no parece tener mucho, el resto queda oculto a la vista; pocos mimbres para la bartola, piensa. Se percata de que le está mirando fijamente, a la espera de una respuesta. Entre las manos tiene un montón de papeles, seguro que es su expediente, ella sabe con detalle toda su historia. ¿Por qué, entonces, le hace esa pregunta?”

Por último volvimos a la novela de Luis Marín. Esta vez al capítulo 7. El protagonista, Manuel, acaba de llegar a Madrid y trabaja de mozo en el mercado de Legazpi. Hubo diversas críticas y sugerencias por lo que Luis tendrá trabajo la próxima semana, una de las sugerencias era que las cosas le iban demasiado bien a Manuel en Madrid. Seguramente contagiados por muertes y encarcelaciones previas, nos pareció poca cosa que el chico se tuviera que deslomar descargando camiones para ganar una peseta; habrá que regalarle alguna que otra desgracia para que el chaval este menos contento. Aquí va un cachito:

Manuel empuja el carro camino de la glorieta de Atocha. Se ha subido el cuello de la chaquetilla para paliar el viento suave de esta mañana de otoño. El cuerpo va caliente por el esfuerzo, pero las orejas recogen el frío como si fueran antenas. Ha descargado camiones en el mercado de frutas y verduras de Legazpi y lleva a la taberna la compra que ha hecho su jefe.

Se siente feliz. Llegó a Madrid a principios de septiembre, con una remesa de emigrantes que había salido del pueblo. Recuerda que era el más joven del grupo, con apenas dieciocho años recién cumplidos…”

Madrid-Sky VII - Evento 1ra parte - FinalAntes de irnos a nuestro hábitat natural (el bar) elegimos la frase de comienzo de cuentos para el próximo certamen, el VII,  de nuestro concurso “Madrid Sky”. Esta vez la mano inocente fue la de Juanjo quien encontró esta frase en la página 133 del libro MADRID SKY:

Rechazó el ofrecimiento mediante un gesto

Está en el relato LAS OLAS SE ROMPEN SIN LLEGAR A LA PLAYA de Antonio Murga.

Hasta el próximo jueves.

Por PDV

4 comentarios en «De muertos, psicólogas y de ambientes carcelarios»
  1. Un enjambre de palabras ¡qué bueno Paco!
    Un enjambre de eficientes y laboriosas abejitas que construyen panales con cedillas, de las formas más increíbles que se le ocurren a la abeja reina
    Gracias por la estupenda crónica

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