Por: Lourdes Chorro

No sé por dónde comenzar esta crónica, intento flanquearla y una y otra vez  me voy topando con las aristas de esta oscuridad ciega del papel en blanco como la blanca espada. ¡Quien fuera murciélago para sortearla! Esta nada que corteja entre arrullos la noche cerrada no me deja cerrar los ojos por temor a la postrera sombra que me llevará el blanco día.

“Recuerda el fondo paradisiaco desde donde os miraba Vicente”, me digo. “Recréate en la ambientación, ritmo, riqueza de vocabulario y de imágenes que Aitor ha sabido llevar de la mano de la emoción”. Ni por esas. Sin alas para huir del cierzo que mantiene en suspenso el título del relato que nos ha leído esta tarde, elucubro las palabras que encierra ese pliego doblado que como en las series por entregas el relato interrumpe justo cuando nos iba a desvelar su contenido:

Saca el pliego. Está doblado y manoseado. Es lo que le ha traído hoy aquí. De noche y sin dar cuenta. Es lo que necesita para hacer su trabajo. Alisa las páginas una vez más. Las aplasta contra la mesa, pero eso no va a cambiar el contenido. Las ha manchado de vino. Lee.”

La voz de Susana bajo la luz amarilla de mi flexo oculta el rojizo del atardecer. Debería levantarme a cerrar la ventana, pero sus palabras soliviantan al viento y recorren todo mi salón cantando: “Va, pensiero…” Un narrador testigo pegado al pensamiento de Alberto, su protagonista, consigue este hombre amante del ruido que le rodea, que tiene oído incluso para no oír, acabe como en una cámara anecoica escuchando los latidos del corazón, vuele como un arpa silenciosa que cuelga de un sauce cuando encuentra la melodía del silencio. Me digo ¡qué afortunado personaje por haber encontrado una autora que le haga sufrir una metamorfosis alada!

Alberto levantó la vista hacia el abismo que se extendía ante él. La inmensa quietud lo apabulló. Cerró los ojos.  Poco a poco fue percibiendo los latidos de su corazón, cada vez más intensos. La sangre que le subía por unas piernas cada vez más pesadas. La brisa que lo envolvía, juguetona. Notó un escalofrío en la nuca. Se le erizó el vello en los brazos. El viento parecía murmurarle algo. Unas palabras que no alcanzaba a descifrar…. Trató de levantarse para salir tras ella. Pero estaba como paralizado. Lentamente, bajó la mirada y descubrió que sus piernas se habían fundido con la roca. Recorrió con los ojos sus brazos, que ahora lucían un bonito penacho de plumas de águila.

Escucho una tosecilla de mi madre, de esas que le vienen cuando ríe. Pablo está leyendo disfrazado de Casimiro Berzotas, un hombre elegido para presidente de EEUU que pretende compaginar su futura vida presidencial con las cosas secundarias de su vida cotidiana.

Decía pues que el secretario que me contactó se llevó una gran alegría ante mi rápida adhesión y no objetó nada cuando, informada mi mujer al respecto, quiso ella misma ponerse al teléfono para aclarar que me respetarían los diez días de vacaciones que justo acabo de empezar este fin de semana. Ella había hecho planes para reorganizar el trastero, incluyendo dos visitas al Ikea, y le supone un contratiempo importante que yo me ausente precisamente ahora”.

Lo ha escrito para picar al licenciado Pandemio, pero el maestro no se da por aludido, debía haber visto las caras de mi madre para comprender que Pablo ha conseguido su objetivo: el humor con el absurdo.

La voz de Juanjo retumba con una nueva pieza de ese puzzle que son las novelas. Él y su impecable narrador prosiguen con la historia de un detective que se solapa con  la de un manuscrito que ha encontrado.

Hay algo que empuja al Detective a no compartir el manuscrito. No sabe qué es, pero es como si se tratara de una voz interior. A esta sensación hay que añadirle que ese libro y lo que contiene, no parece algo nuevo para él. El día que acudió a aquella calle, a aquel rincón en el que se encontró el cadáver del autor de esos escritos, le invadió un desasosiego que le impedía ver con claridad y sintió como si el aire se volviera más denso.”

Mantiene el tono del capítulo anterior, despierta la curiosidad con pequeñas pinceladas y nos llena de conjeturas por intentar averiguar qué sucederá en esa casa con un largo pasillo en forma de “u” que se va interrumpiendo por su costado derecho, y de manera irregular, por las diferentes estancias hasta que se llega a la pequeña cocina. En ese Barrio de la Letras nos lleva a hablar de fantasmas y vampiros, endemoniados…

-Ramiro, por tu parte focaliza en la mujer de la foto y en intentar averiguar quién es realmente nuestro anciano… Algo tiene que haber en algún sitio. Por mi parte me centraré, además de continuar con la lectura, en hechos extraños vinculados con la estatua del Ángel Caído del parque del Retiro

Me duermo como si me hubieran cortado la batería, y sueño que las meigas escriben esta crónica. Y vete a saber, me digo, si no será verdad.

Por PDV

4 comentarios en «De misterios por desvelar, metamorfosis y un tal Casimiro Berzotas»
  1. Extraordinaria crónica de nuestra compañera , musa- meiga lírica de referencia para tod@s. Un placer leerte en cualquier registro literario, Mil gracias Lourdes.

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