Al infierno se va por atajos, jeringas, recetas. Ayer, hecho un pingajo, me dijo, en el tigre de un bar ¿dónde está la canción que me hiciste, cuando eras poeta?, terminaba tan triste, que nunca la pude empezar (de la canción Barbi Superstar de Joaquín Sabina)”

Bueno amigos, una crónica más sobre un día de taller más. Esto es lo que se podría decir de esta rutina semanal cuando uno se pone a escribir. Pero, no. Ningún taller es ‘uno más’. Y ninguna crónica es una más. Siempre pasa algo que hace que cada tarde de jueves resulte irrepetible. Y ayer no fue una excepción.

Cuatro los relatos analizados, siguiendo con el esquema de desarrollar personajes provenientes de textos de otros compañer@s, solo en algunos casos, ya que en otros se andaba citando a poetas, aunque esto pudiera resultar cansino a la autora, según veremos después. Vamos allá.

La tarde comenzó bien, pero que muy bien. Tal es así, que al acabar Pablo Frías de leer sus ‘Duelos y quebrantos’ y tras los correspondientes comentarios emitidos por algunas ventanitas ‘zoom’, resulta que el autor salió ileso de críticas correctivas y corrosivas. Especialmente con un narrador logradísimo y que le venía que ni pintado al relato y a su personaje central, Trini (o Trinidad) y el sinfín de cavilaciones a las que se enfrenta, en un día con una fuerte nevada. Aunque la nieve, aquí abundante, es blanca naturalmente, el ambiente literario se empieza a oscurecer un poco, especialmente en la cabeza de la tal Trini. Un extracto:

El tiempo que tardan en contestar, a fin de cuentas, Trini no es la única que asiste entre aturdida y extasiada al embrujo del infrecuente fenómeno natural, juega a la ruleta rusa con su paciencia. Por fin, la respuesta al otro lado antecede, tras su escueta presentación y los motivos de la llamada, al relevo del recepcionista por la voz de el ya mencionado Ginés, veterinario y dueño de la clínica, quien, con tono compungido, le proporciona una explicación detallada del luctuoso desenlace que Trini ya se temía

Luis Marín, para seguir en la línea, nos trajo ‘Tormenta blanca’. En medio de una fuerte nevada conocemos parte de la vida de Diego, un personaje que terminó inmerso en el mundo de la droga. Luis nos introduce, desde el momento de narración, con algunos flash back, en una historia tan triste como tristemente frecuente y conocida. El blanco de la nieve mezclado con el blanco de alguna droga da como resultado una inquietante oscuridad. Este cronista no tiene ningún reparo en reconocer que terminó algo ‘encogido’ cuando Luis terminó de leer.

Los dos tiritan dentro del coche desvencijado de Diego. La nevada se ha intensificado y los limpias ya no son capaces de retirarla del parabrisas. Hace rato que han parado el motor, cuando el testigo de la gasolina se encendió. Tampoco es que se notara mucho el calor que producía, el coche es tan viejo que entra el frío por todas las juntas. Piensan que los temblores se deben al frío, aunque los dos saben que el mono les anda rondando

A continuación, Carlos Cerdán nos leyó ‘un día de verano, un día de invierno’. Unas hipotéticas (¿o reales?) escenas, que con el recurso de los vasos comunicantes nos introduce en el mundo de dos mitos de la música allá por los años sesenta del siglo pasado y un tercer personaje que, desgraciadamente, aparecerá un par de décadas después, en la vida de uno de ellos. Carlos y su gusto por la música. Por eso, en lugar de un extracto de su texto, se incluye aquí un enlace para que podáis oír una de las canciones que Carlos citó: «The Beatles – Strawberry Fields Forever«

Finalmente, Alicia Gallego, nos presentó su texto ‘Rilke, Rilke, Rilke’. Como se ha anticipado al principio, la autora reconoció un poco de cansancio con el reto que le suponía el asunto. Así que tras un inicio interesante y con un desarrollo complejo y con tintes bastante dramáticos (incluyendo una posible, y quizá remota referencia, a una escena de ‘Eyes Wide Shutes’ de Kubrick) nos entrega un giro al final, pero muy al final, que nos provoca risas a todo el panel de ventanitas ‘zoom’ y que casi le impide a ella misma terminar con la lectura. Y qué mejor manera de terminar la tarde del taller, con risas.

Desde entonces los versos rebotan una y otra vez contra las paredes de mi cabeza. Todo ángel es terrible. Y, sin embargo, ay, los invoco. Sin descanso. El tiro al blanco de la felicidad acicalada.  Una y otra vez. Sin tregua. Todo ángel es terrible. Y, sin embargo, ay, los invoco. Día y noche sin parar. El tiro al blanco de la felicidad acicalada. Un tormento que va a volverme loca. Un horror insoportable.

¡Maldito poeta! ¿Volveré a estar bien, ¿verdad? Usted me va a curar, estoy segura. ¿Verdad que sí? ¿Quiere que le recite el poema completo?”

¡Ay! ¡Que esto es spoiler! Vaya, ya no hay remedio. Bueno, pues hasta la semana que viene entonces.

Por PDV

9 comentarios en «De color blanco, más bien oscuro»
  1. Tarde amena y divertida bien reflejada en la crónica y buena decisión la de incluir el vídeo de The Beatles. Enhorabuena, José Miguel.

  2. José Miguel, deberías escribir más y, ya sabes, me refiero a cuentos, no sólo crónicas, quítate la vagancia y danos más alegrías. Gracias por tu texto, es como haber estado ando allí.

  3. Muy buena crónica, José Miguel, ágil e incisiva. Y ya puestos a la mezcla audiovisual, podías haber incluido también la canción de Sabina que mencionaste en el taller.

  4. José Miguel, sigue el consejo de Jose, que los buenos cronistas son buenos escritores para cualquier género. Tanta pereza, hombre… Muy bien.

  5. José Miguel, sigue el consejo de Jose. Un buen cronistas es un buen escritor, para cualquier género. Venga ya esa pereza, hombre… Muy bien.

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