Por: Ernesto Ortega

La sombra del cisne es alargada y sigue trayendo buenos textos al taller. Esta vez volvimos a empezar la sesión con el ya famoso verso de Mallarmé (propongo que nos hagamos una camiseta con la dichosa frasecita para el Sky de este año) en “Despedida”, un cuento de Luis Marín que se nos había quedado colgado la semana anterior y en el que más o menos todos estuvimos de acuerdo en que sobraba la libreta. Y es que una libreta negra había llegado hasta el relato procedente del cuento de Carlos “El hombre que buscaba palabras”, porque este año ya es costumbre que los objetos y los personajes transiten de un cuento a otro como si se paseasen por Arganzuela. Con su oficio habitual, Luis nos cuenta ese momento, tan esperado por muchos, de la jubilación, con el que algunos se sintieron muy identificados y otros seguiremos soñando.

Hoy, mientras guarda en una caja las pertenencias que le quedan en la oficina, escucha como el canto del cisne le indica que a partir de mañana, si quiere verlos, tendrá que sentarse en el banco donde ha visto a lo largo del tiempo, parejas amorosas y jubilados. Ahora él será uno más de los que disponen de todo el tiempo para hacer lo que más le guste.

La tarde continuó con “La blanca agonía del cisne”, de Paco Plaza, un texto dialogado con personajes muy bien dibujados, sobre un matrimonio de esos que no se soportan pero siguen juntos, que nos sacó una sonrisa a todos. Los versos de Mallarmé que se escuchaban en la televisión del aeropuerto resultaban en este caso algo forzados, por lo que se nos ocurrió proponer que el protagonista llevase una radio para escuchar al poeta, como quien escucha “A vivir” o “El larguero”. Y es que en los cuentos, como en la vida, siempre nos sobra o falta algo, ya sea una libreta, una radio, trabajo o una pareja.

—Ya, ¿cómo lo sabes? No lo sabes, hablas por hablar, mira la gente, van abrigados, seguro que va a llover y yo con la rebequita calada nada más,…, y los paraguas facturados. Y eso que tú no tienes que hacer nada, podrías haber mirado el tiempo mientras yo recogía el baño. Qué hay que ver cómo dejas el baño cada vez que te duchas. Podrías tener un poco de cuidado y no salpicar tanto que es que hay hasta champú por las paredes; y si eso lo dejas ahí sin limpiar se percude el azulejo y eso no sale ni con lejía.

—Pues yo no veo que la gente vaya muy abrigada.”

Para cerrar la primera hora, Juan Santos nos leyó su “Frío liberador”, un relato bastante turbio con malos tratos, maquilladores de muertos y profanadores algo tímidos, a cuya protagonista algunos querían matar y otros revivir, porque no nos pusimos del todo de acuerdo en si la chica ya estaba muerta o seguía viva.

Rodrigo se acerca más a ella, le sacude la nieve de la ropa y le observa la cara de cerca. La deformación profesional, le hace esbozar una sonrisa. De haber estado muerta, hubiera hecho un buen trabajo. De esos con los que disfruta y puede lucirse bien. Almudena nota en algo raro en él.”

El caso es que la historia promete y nos dejó con ganas de más, así que esperamos la versión corregida.

En cualquier caso lo que no nos sobraron fueron palabras, ya que la segunda hora la dedicamos al micro. Buena cosecha la conseguida en esta primera experiencia microrrelatista del taller, nada más y nada menos que doce textos, todos ellos bastante logrados. No sorprendió que el que más destacase de todos ellos fuese “Nueva vida”, de Alberto Vargas, que nos confirmó con un final rotundo su gran manejo de las distancias más cortas. 

Nueva vida  (Alberto Vargas)

Desde la ventana miraban ilusionados aquel barrio en el que aún nadie los conocía. Dejaban atrás un pasado conflictivo y empezaban una nueva vida como personas rehabilitadas. El piso al que acababan de mudarse les encantaba. Era amplio, luminoso, orientado al sur y muy bien situado. Tenía cerca, además, una guardería y un colegio, lo que para ellos era una ventaja añadida ahora que esperaban su primer hijo y aspiraban con el tiempo a tener el segundo. Contaban con tres dormitorios, aunque de momento sólo podrían disponer de dos hasta que se les ocurriera qué hacer con el propietario que tenían amordazado en el tercero.

También destacamos “Crisis”, de Alicia Gallego, un micro muy original al que quizás, por ponerle alguna pega, le sobraban algunos adjetivos

Crisis (Alicia Gallego)

Desde la ventana  lo observo  hacer su cama junto al cajero de la sucursal largo tiempo cerrada. Todas las mañanas estira las viejas mantas sobre el usado y sucio colchón y con un peine que saca del bolsillo de su chaqueta, ordena sus canas. Bajo a la calle y le ofrezco un café bien caliente, lo deposito sobre la caja de cartón que le sirve de mesa. En una esquina, junto a la desgastada foto familiar ha colocado una macetita; en el centro, una libreta y un bolígrafo atado con una cuerda a una piedra completan la imagen. Ha arrancado una hoja y la está doblando por la mitad, con ayuda de la maceta la sostiene derecha. En ella se puede leer:                               

                                              Fabián de la Riba

                                               Director

Y como no hay dos sin tres, mencionamos también “Haré todo lo que pueda por ti”, de José Sainz de la Maza, un texto muy fresco con una buena vuelta de tuerca al final.

Haré todo lo que pueda por ti (José Sainz de la Maza)

Desde la ventana al suelo calculo que hay unos diez metros. Aquí casi todas las ventanas tienen rejas, esta no. Detrás de esta está la liberación. Diez metros no son demasiado. Entra mi amigo Bermejo, hola Andrés, hola Bermejo. Cuando choca mi mano lo levanto y casi sin esfuerzo lo tiro por la ventana. El primer día me dijo: bienvenido, soy el doctor Bermejo. Haré todo lo que pueda por ti, considérame tu amigo. Me asomo a la ventana. Un charco de sangre, aunque Bermejo mueve un brazo y se rebulle en el suelo. Gracias por su ayuda doctor, si quiero liberarme me tendré que arrojar desde una ventana más alta.

Por último, finalizamos la tarde con las “Six words Stories”, hiperbreves de más o menos seis palabras, que nos dieron mucho juego. Un pequeño homenaje al relato de los zapatos Hemingway, que nos permitió descubrir algunas joyitas como estas:

Tensión climática (José Sainz de la Maza)

Exilio. Pingüino emperador pierde su corona.

En demolición (Lourditas)

Habitación partida de tanto compartirla

Justicia poética (Vicente Moreno) 

Me absolvieron, pero Google nunca olvida

Rupturas (Alberto Vargas)

Decidieron romper y terminaron rotos.

Duda (Carlos Cerdán)

¿Nos conocemos? Preguntó mirándose al espejo.

Y es que ya sea en relato, en micro o en 6 palabras, los jueves por la tarde los Primaduro Verales tenemos mucho contar.

Por PDV

9 comentarios en «De cisnes, libretas, radios y micros»
  1. Yo creo, Ernesto, que has infundido en los primaduroverales una fascinación por los microrrelatos mayor de la que ya sentíamos antes. Mil gracias. Magnífica crónica, por cierto.

  2. Muy buen trabajo, Ernesto. Y no lo digo sólo por esta crónica si no por haber conseguido que nos sentáramos todos a escribir microrrelatos con fruición.
    GRACIAS ERNESTO.

  3. Otra tarde inspiradora en la que hubo de todo un poco como refleja muy bien la crónica. Lo de los microrrelatos ha sido un éxito. Gracias, Ernesto.

  4. Me sumo a lo que dicen los otros compañeros. Se ha abierto un interés especial por los microrrelatos y creo que el autor de la crónica ha tenido mucho que ver en esto.

  5. Crónica ágil, minuciosa y con abundantes dosis de humor, como si en cada párrafo hubiese escondido un microrrelato. ¡Gracias, Ernest(o)!

  6. Muchas gracias, Ernesto, por abrirnos la puerta de los microrrelatos y compartir con nosotros toda tu sabiduría. Y en 6 palabras: crónica estupenda para magnífica tarde literaria

  7. Buen estreno también el tuyo de cronista del taller. Vaya que sí. Gracias a todos por la excelente por apostar bien con la propuesta de Ernesto. Una provechosa clase de cuentos de media distancia, y distancias cortas y cortísimas.

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