Por: Lourdes Chorro
Ayer empezamos la conexión con las interferencias que la muerte siempre produce en nuestro corazón mortal. La madre de Vicente se ha ido. Dicen que es Ley de vida. Cuanto más mayor me hago, menos entiendo las leyes.
Como una puerta cortafuegos que no cierra, ninguno nos salvaremos de la soledad cuando lleguemos a mayores. Con ese asunto atravesó la diana el relato de Dolores. Su protagonista una mujer sin nombre día tras día se viste para la ocasión junto a su perrito sin más expectativa que esa Visita que acabará con su soledad para siempre, o la condenará a la soledad definitiva, eso no podemos saberlo y para cuando lo averigüemos, estaremos en otro mundo sin palabras. Con razón no podemos vivir sin ellas.
“A la vecina y a su perrito del 6ºA, del Ed. Girasol, que estaban en amor y compaña, los encontraron acartonados en el saloncito de su casa, junto a su pequeña mesa de camilla… La vecina y el perrito del 6ºA, del Ed. Girasol, dejaron de estar en movimiento para pasar al reino de la quietud de las momias. Como los girasoles, dejaron de seguir los ciclos del sol.”
A continuación, nos llegó un rumor de agua sugerente, asomándose a ventanales que hacen de paredes transparentes donde van a instalarse la pareja protagonista del relato de Manuel. Anillos de círculos concéntricos diseñan la residencial urbanización, alejada del resto de urbanizaciones en de las afuera de una ciudad. Extraños hombres de oscuro y barba canosa forman el Consejo directivo de la Comunidad, mujeres vestidas iguales con idénticos pensamientos en apariencia. Cuando nos dimos cuenta nos había envuelto la atmósfera, la ambientación de una recreación de la mítica Atlántida. Desazonados nos precipitamos en una sociedad cuya misión es salvaguardar una pureza de raza mal entendida. Un lugar mítico que resulta ser abominable y que ojalá nadie vuelva a imitar ni admirar. El hombre resulta ser un convencido de esas ideas, pero la transformación que sufre para este convencimiento no nos la deja ver Manuel. Afortunadamente la mujer y su perrita, que es su alter ego, así lo comprenden y escapan a tiempo. ¡Lástima que una eclosión volcánica la hubiera dejado hundida en esos acantilados al oeste de las columnas de Heracles!
“Dana saltó de los brazos de Sara y bajó las escaleras corriendo en dirección al puesto de control. Sara salió tras ella. Al cruzar la puerta de salida de la urbanización Dana se encontró con Zeus, y comenzaron a jugar y a olisquearse como hacían siempre. Dana miró hacia el interior de la colonia, levantó la cabeza orgullosa, se dio la vuelta y comenzó a alejarse tranquilamente de la urbanización Atlántida. Sara continuó tras ella y cuando la alcanzó, la perrita movió la cola con alegría. Siguieron caminando sin volver la vista atrás. Zeus se había quedado inmóvil, mirando con altivez cómo se alejaban. A sus espaldas el cielo se volvió plomizo y comenzó a descargar una tormenta torrencial”
Nosotros también escapamos rumbo al edén donde nos lleva el viento de letras que mece el mar del relato de Alicia. Zarpamos con el joven grumete protagonista por la estrecha bocana del puerto. Sin darnos cuenta navegamos en alta mar atrapados por los cantos de sirena que tantas veces nos anclan en el fondo del océano y otras, las menos, nos trasportan a esas nubes pasajeras con aspecto de ser perennes. Una luz difusa como si fuera una transición de la luz a la oscuridad guiaba el viaje. Leves brisas nos empujaban. Algunas tormentas curtieron nuestra piel al viento. Igual que la vida nada nos hizo presagiar que la nave al final se volvería ingobernable en una noche cerrada.
“Es noche cerrada, el Destiny se desliza silencioso sobre el mar en calma, dentro de una espesa niebla que hiela los huesos. Little John, apoyado en la amura de estribor, se mesa la barba, hace ya mucho que dejó de ser un chiquillo, pero todavía recuerda con emoción los momentos de alegría cuando la nave era como llevada en volandas por nubes de peces voladores, o cuando manadas de delfines acompañaban con sus cabriolas los trabajos de los marineros, o cuando los surtidores de las ballenas, a lo lejos, parecían señalar el rumbo a seguir. De los malos momentos prefiere no acordarse, sabe que están ahí, escondidos por los rincones, pero prefiere mantenerlos sumergidos. Todavía conserva su barquito de madera y el calor del último abrazo”.
Os dejo, va a atardecer. Antes de que llegue el crepúsculo y desguace los colores del día, me voy a mi Jardín. A ese jardín de las Hespérides donde el sol está a punto de ponerse en mi manzano de manzanas eternamente apetecibles. Voy en busca de una felicidad donde pueda poco o nada la fortuna.
Como no quiero despedirme a la francesa, aquí os dejo un proverbio francés que viene de la respuesta de un mayordomo a la dueña del castillo ausente cuando las llamas evaporaban su castillo: “Tout va bien madame la marquise”.
Tu crónica se ha hecho esperar, pero ha sido para comprobar que ha merecido la pena, cómo siempre.
Con tu permiso te digo » tour va bien Madame Lourdes «.
Merçi.
Ay, Lourdes, toda tú eres lirismo puro. Qué barbaridad.
¡Pero qué bonito sabes decir todo! Genial, Lourdes. Un placer leer siempre todo lo tuyo.
¡Jo, Lourdes! no puedes abandonar tu prosa lírica ni para las crónicas. Que gustito da leerte, como siempre.