Por Eduardo Omar Honey Escandón

Mis recuerdos del departamento de mis padres siempre están cubiertos de libreros, así como de libros, revistas y periódicos que estaban por todos sitios. Tuve la fortuna de que, al ser dos académicos de una de las más importantes universidades de México (la UNAM), en casa siempre se valoró el leer.

Crecimos mis hermanos y yo entre ese laberíntico paraíso de letras. Nuestros padres, al percibir nuestra pasión por la lectura conseguían cómics, revistas y libros para todos. En la era de la Guerra Fría también había bandos en casa. Papá nos regalaba los que venían de la URSS y China, así como de editoriales independientes hispanoamericanas. Mamá, en cambio, nos proporcionaba material que se originaba en EUA, Europa y editoriales más comerciales. Eso sí, nunca nos impusieron ideología o sentido alguno. Eran felices viéndonos leer, reflexionar y preguntar. Nos enseñaron a buscar respuestas en esos libros y en las bibliotecas de la universidad.

Mamá, un verano en mi adolescencia en que ya había leído y releído lo que me interesaba, llegó con un libro nuevo que recién adquirió: Bosque Mitago de Robert Holdstock, edición mexicana de Martínez Roca. Tenía tiempo leyendo libros de fantasía y este, en primera instancia, creí que sería otra aventura de capa y espada, con hechiceros, unicornios, donde el héroe triunfaba al final.

Bosque Mitago 2

           Lo empecé a leer y no paré hasta terminarlo. Estaba impresionado porque era otra forma de fantasía que nunca pensé que podía existir. Holdstock nos transporta a un bosque que está ubicado en un lugar de Inglaterra, un bosque ancestral que linda con la casa familiar de Steven, narrador y protagonista, quien regresa a lo que fue su hogar tras la muerte de su padre. Recién había terminado la Segunda Guerra Mundial y Steven llega a hacerse cargo de la casa y de su hermano Christian.

Durante años el padre de ambos escribió diarios y se perdía semanas en el bosque en busca de seres que llamó mitagos. El bosque, uno primario sobreviviente de las eras glaciales y del paso de seres humanos desde el remoto pasado, tiene la habilidad de interactuar con el inconsciente de las personas para crear un mito imago que es la forma idealizada de una criatura mítica. Así, este ser, adquiere realidad, carne, ropa, armas y lengua, que se altera según los cambios culturales que ocurrieron con el devenir de la humanidad. En particular, los mitagos se manifiestan como héroes cuando una cultura invade a otra, generando una imagen de ellos en la mente de toda una población. Ya que transcurre el hecho, se devuelve al inconsciente colectivo y se transmite de generación en generación.

De la mano de Steven presencié diversas representaciones de seres y héroes que conocía, incluyendo Arturos, Damas de Lago, Boudica o Boudiceas. Sin embargo, en el fondo, era una historia de amor y de pérdida representada por las Ginebras/Guiwenneth, como del amor paterno a través de un ser del centro del bosque, el Urscumug, donde el padre se encarnó en cierta forma.

El padre crea el mitago de una Ginebra que es asesinada por otro mitago y, que a la vez, se vuelve el objeto de amor y deseo de Christian. Este decide internarse en el bosque a buscarla mandando de vez en cuando mensajes a su hermano. Sin embargo otra Guiwenneth, maravillosa en su descripción, aparece mientras el Bosque Mitago se extiende y rodea la casa familiar.

Bosque Mitago

Entonces, tal como ha sucedido en leyendas y mitos que se hunden en la oscuridad de los tiempos, ambos hermanos se enfrentan por esta Ginebra al tiempo que uno de ellos, Christian, es perseguido por el Urscumug. Steven, conforme transcurren las páginas, decide abandonar el linde del bosque e internarse en él. Lo acompaña un aliado que también encontró y vivió un tiempo en otro bosque primigenio ubicado en Francia, tras ser derribado su avión.

Ambos iniciarán un viaje desde los mitos recientes (reconocibles para cualquier lector que conozca el ciclo artúrico como anteriores) a otros cada vez más diferentes y desconocidos, irreconocibles, que se acercan  al origen de los mitos primigenios del neolítico. El final del enfrentamiento entre los hermanos es una sorpresa absoluta. Además, es extraordinaria la forma como se cierra la novela narrada también en tono de mito y, abriendo como debe ser, un deje de esperanza sobre el eterno retorno.

La forma como Holdstock teje la acción, crea a los protagonistas, desarrolla sus conflictos, expone los mitos y leyendas donde aparecen diversas encarnaciones (que provienen de nuestros núcleos míticos como otros creados por él), hicieron que leyera varias veces esa novela dicho verano y a lo largo de mi juventud. También me motivó a estudiar mitologías de cualquier cultura, entender el Ciclo del Nibelungo de Wagner, conseguir libros en mis viajes que llenaron un librero sobre este tema, y tomar cursos de antropología cultural.

 También se volvió una de mis mayores inspiraciones y referencias para escribir. Algo que pocos saben, pero aprovecho para confesarme: estuve regalando ejemplares a diestra y siniestra a amigos por años. Me detuve cuando no la conseguí más.

Para escribir la presente reseña retomé de nuevo el ejemplar que mi madre me regaló. Me sentí adolescente de nuevo, acurrucado en la biblioteca de mis padres, perdido en ese mundo, en ese bosque generador de mitagos donde me enamoré de nuevo de Ginebra, lloré su pérdida y acompañé al héroe al lugar donde provienen los mitos originarios.

Sigo y seguiré maravillado con esta novela donde surgió la pregunta que me hago desde la primera vez que la leí: ¿podré encontrar mi propio bosque mitago?

Imagen2Eduardo Omar Honey Escandón fue finalista de la VIIedición del certamen Madrid Sky con el relato Andante ma non tropo.

Por PDV

3 comentarios en «Bosque Mitago. Una colaboración de Eduardo Omar Honey Escandón»

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