En el año 2015 el grupo de creación literaria que se había formado en la buhardilla de la Casa del Reloj se trasladó al teatro Biribó. Aquel cambio supuso un antes y un después, abandonar la zona de confort, como se dice ahora, y algunos componentes del Taller decidieron no continuar con el grupo.
Yo iba de viaje cuando me enteré de que Mercedes Lázaro era una de las personas que no continuaría en el Taller. En la primera parada que hice la llamé. Estuvimos hablando mucho tiempo, Mercedes me dijo que el cambio iba a ser bueno porque cada uno tendría que encontrar su propio camino, que la ruptura iba a ser enriquecedora para todos, pero yo tenía mis dudas, y entre otras cosas, pensé que ella iba a dejar de escribir.
La llamé porque para mí era un referente en el grupo. Menuda y vivaz, se sentaba siempre en la primera silla de la fila del “sector duro”, junto a la profesora, y me pisaba siempre por tres o cuatro segundos lo que yo quería decir. Se me anticipaba por los pelos, para eso tiene la chispa que tiene. Ayer, en la presentación de su poemario, se me volvió a adelantar como hacía entonces, pero esta vez no por segundos, sino por muchos kilómetros de distancia.
Mercedes Lázaro presentó en abril Sobremesas manchadas de café y tinta, libro de relatos del que es coautora. El 29 de enero ha presentado el libro de poemas Ayer encontré sueños olvidados y, para continuar con el torrente literario en el que va subida, en el mismo acto anunció que está trabajando en una novela. Todo para demostrarme que yo estaba equivocado cuando pensé que iba a dejar de escribir. Y es que Mercedes estuvo brillantísima, imparable, con la chispa de siempre y una seguridad nueva. Fue convincente y convirtió la presentación en una clase de literatura en la que dijo que nuestros escritos, sobre todo la poesía, una vez publicados no nos pertenecen, sino que son del lector, y que por eso no hay que defender lo que se ha escrito. Se escribe porque se quiere, porque se siente, y se transmite a los demás en un acto generoso, y entonces se deja de poseer lo escrito, que ya es indefendible ¿Para qué defender lo escrito, si ya no nos pertenece?
Y cuando ya tenía al público hechizado nos contó su forma de escribir poesía. Habló del corazón que hay que ponerle a cada verso: “En la poesía no se inventa, sino que se vuelcan sentimientos. En la poesía está el verdadero yo”, dijo Mercedes. Habló también del manejo de la elipsis, de lo que no se dice en poesía, pero que se sugiere. Invitó a los lectores a leer sus poemas con pausa para dejarse mecer por lo que se adivina, por lo que se insinúa, por lo que se intuye que está por llegar… “Y no digas que no tienes tiempo para leer”, dijo Mercedes provocando al público. Estamos en el mundo de lo rápido, de lo inmediato, y qué hay más rápido que un poema.
Llevas razón en eso, Mercedes ¿Qué hay más inmediato que un poema? Lo malo, o lo bueno, es que si el poema es impactante, si brilla como brillaban ayer tus ojos y tus versos, el poema que se lee en un momento se queda para siempre en nosotros.
Y además, estuviste magníficamente acompañada por tu editora, Charo Fierro, porque has conseguido publicar con una editorial puntera como es Huerga y Fierro; por María Guivernau, una excelente poeta de la editorial, y por Javier Gijón, que con su música algo tendría que ver en el brillo de tus ojos.
Y fue Javier quien le puso música a uno de tus poemas, con el que quedo para siempre:
Sin ti
Mercedes Lázaro Sánchez
Te has ido,
y yo, la que soy por ti,
se va contigo.
Duele tu despedida
pero lloro mi ausencia.
Sin ti pierdo el color
en el brillo de tus ojos
solo siete segundos
me parecen los siete años
tras un cristal roto.
Me queda la espera,
mirarme a trazos,
pulir el azogue,
y soñar,
soñar con tu espejo.
Qué análisis, crónica o comentario tan estupendo. Creo que lo voy a sacar en papel para enmarcarlo, no digo más!!
Mil gracias, Manuel .
Bss
Mercedes
Muy bien la reseña Manuel, testimonio del encanto de una tarde entrañable y llena de poesía.